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    Hace un par de semanas decíamos que, en el mes de septiembre, había llegado a nuestras manos un estudio, realizado por un Ingeniero Técnico Forestal, en el que se recogían los distintos medios que se vienen empleando en España en el control y extinción de incendios forestales, indicando el coste de cada uno de ellos, por lo que resultaba fácil llegar a equivalencias de costes entre todos, y facilitaba la posible sustitución de unos por otros.

Porqué disparar al mensajero

Este estudio, el primero realizado por un técnico forestal, denunciaba, entre otras irregularidades, que en las últimas campañas, hubiera bajado la contratación de personal para las brigadas contra incendios, cuando estas son indispensables, pues los incendios forestales se controlan y se extinguen con su apoyo desde el suelo, y hubiera aumentado la contratación de medios aéreos, sin producirse lo lógico en estos casos, al menos este es uno de los principios básicos sobre incendios forestales, que a más medios aéreos más brigadas terrestres para apoyar sus descargas, pues sin este apoyo en tierra su eficacia es nula. Esta observación técnica, es indispensable para el estudio del coste-eficacia de cada campaña, que en los últimos años se ha disparado en las Comunidades Autónomas, y, en casi todas ellas, las tasas de quema permisible se mantienen muy por encima de la unidad, siendo esta la causa directa de que, cada vez más, mayor número de conatos de incendios se conviertan en grandes incendios.

Pues bien, en esta semana previa a la Navidad, la persona que me hizo llegar el estudio que nos ocupa, en su felicitación de Pascuas me añadía una posdata: “Al autor del estudio sobre incendios, le han rescindido su contrato de trabajo con la Administración”. Después me aclaraba que ha sido el único contrato que han suprimido en esa provincia. Entre sus palabras de indignación, no reproducibles, me daba a entender que las conclusiones que sacaba en su estudio, podían haber sido el desencadenante de la rescisión de su contrato de trabajo. La verdad es que mi indignación fue pareja con la de mi comunicante, pues nadie puede entender que un estudio técnico, el único que se ha hecho en los últimos años sobre incendios forestales, basado sobre datos totalmente contrastados, con el que se intenta introducir materia para cambiar la deriva de este fenómeno catastrófico, sea un elemento subversivo que hay que ocultar y combatir.

Si es motivo de asombro, entre los profesionales, que en las últimas tres décadas, las distintas Administraciones, no hayan realizado ningún juicio crítico sobre la gestión poco afortunada de los incendios forestales, como así lo demuestran las estadísticas, no lo es menos que se intente callar a aquellos que, con conocimientos específicos sobre el tema, advierten que no se puede continuar en esta espiral de que no disminuyan, ni el número de incendios, ni la superficie arbolada desaparecida por el fuego. No parece buen camino seguir cerrando página, en el otoño, cuando se termina la campaña, y volverla a activar con la llegada del verano, como si nada hubiera pasado, pues este tipo de gestión ya sabemos hacia donde nos lleva.

Pero parece que los gestores, generalmente políticos, no están por la labor de examinarse al terminar la campaña, y a las reuniones que son invitados para explicar los errores de la misma, los justifican con tópicos como: “Hemos tenido el verano más caluroso de los últimos años”, “Somos un país de pirómanos”, “El gobierno central no envió los aviones a tiempo”………, y con estos y otros tópicos, ellos siguen sin asumir ninguna responsabilidad, cuando el mero hecho de que un conato de incendio se convierta en un gran incendio, supone un gran fracaso, por lo que no sería exagerado pedir que fueran relevados de sus puestos, y sustituidos por profesionales, como al que han rescindido su puesto de trabajo, que están diciendo que los incendios forestales no pueden dejarse en manos de los que no saben distinguir un tomillo de una retama, porque eso quiere decir que desconocen todo sobre el comportamiento del fuego, y así nos va, pues insisten en pararlos arrojando agua a sus frentes, y a pesar de no haber logrado patentar este sistema, que les ha llevado al fracaso, siguen insistiendo en el. ¿Hasta cuando?

Sería bueno, ahora que está de moda que los profesionales, véase los médicos, avisan a la población, durante un mes de huelga, del desastre que puede suponer la gestión privada de la sanidad, que los forestales hiciéramos algo similar, cuando llega la campaña de incendios forestales y comprobamos, un año tras otro, que a los profesionales se nos impide opinar sobre la utilización de los medios inadecuados a la distribución de los distintos pisos de vegetación en nuestros suelos, y a nuestra, por ejemplo, topografía. Pero claro, de nosotros no depende la vida de las personas, aunque cuidemos de la vida de los árboles, que también son seres vivos, que no pueden escapar del maltrato que reciben, y salir corriendo hacia lugares donde sean mejor tratados. Por ello, no nos cansaremos de reclamar una mayor atención al cuidado de nuestros montes arbolados, aunque no tengamos muchos seguidores, pero en algún momento alguien, fuera de la profesión, se dará cuenta de que esta tropelía continuada, de tanta destrucción de la Naturaleza, habrá que intentar frenarla, y no dejar a nuestros hijos y nietos una herencia tan envenenada.

No es bueno que cuando surgen estos brotes de rebeldía, de profesionales que están sufriendo por la aplicación de técnicas inadecuadas para parar estas catástrofes, se les silencie, creyendo que matando al mensajero, se prolongará esta situación, que solo puede justificarse si se basa en intereses espúreos. .