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Copas de árboles en verano

    Apenas se ha iniciado la campaña de incendios forestales, y cuando las temperaturas, día tras día, comienzan su escalada hacia más de los 35º, con pronósticos de mantenerse de forma continuada por periodos de más de una semana, lo que desemboca en que la vegetación de nuestros suelos mediterráneos alcance lo que se conoce como el “stress hídrico”, y se encuentre en alto riesgo de incendio, aparecen en distintos medios de comunicación representantes de variadas asociaciones ecologistas, criminalizando a nuestros pinos por que serán la causa de nuestros incendios, o se hace referencia a ellos c0mo las especies causantes de que se produzcan grandes incendios. Algunos han ido más allá y han manifestado que los pinos plantados en España no son especies autóctonas, demostrando una ignorancia que no llegamos a entender, si tenemos en cuenta que el que asevera esta barbaridad de que nuestros pinos piñoneros, pinaster, silvestres, laricios, halepensis, canario y uncinata no son tan autóctonos como nuestras encinas, se hace llamar biólogo.lema a propagar.

    En la década de los 80 del pasado siglo, coincidiendo con las trasferencias de competencias a las Comunidades Autónomas, cuando la superficie arbolada quemada casi multiplicó por 5 el número de Ha. de la década de los 60, las organizaciones ecologistas más destacadas, aprovechando las tribunas de los periódicos de mayor tirada, y los micrófonos de las emisoras de radio de mayor cobertura, se dedicaron a satanizar la utilización de los pinos como especies empleadas en la repoblaciones de la Dictadura, como si fuera posible, científica y técnicamente, colonizar estos suelos esqueléticos con otras especies. Algunas llegaron a quitar importancia al crecimiento de los incendios manifestando cosas tan falsas como “El fuego vegetal ha sido siempre un fenómeno espontáneo, y frecuente en el estío en la cuenca del Mediterráneo”, vamos que una causa totalmente inexistente, como la de la espontaneidad, la consideraban como causa frecuente. Por otro lado, el lema a propagar era que “…las masivas repoblaciones con pinos son algo así como sembrar bidones de gasolina el pleno monte”. Está claro que mensajes tan radicales como este, continuados en el tiempo, crearon una opinión negativa, que todavía permanece, por no decir una xenofobia arboricida hacia nuestros pinos autóctonos.

    Con esta campaña, distintas ONG de naturaleza ecologista, consiguieron que varias de las nacientes Autonomías financiaran, al 100%, determinados proyectos de repoblaciones con encinas, sin existencia de vegetación protectora de las mismas, que como era previsible, pues así lo dicen los libros de selvicultura, fueron un fracaso. Como nadie les reclamó la inversión perdida, ellos tampoco fueron capaces de reconocer que el ataque contra los pinos, como especies colonizadoras, estaba justificado. Al mismo tiempo, muchas de las “nefastas” repoblaciones con pinos, formaron jóvenes bosques de 50 años, que invitaban a la instalación de alojamientos rurales, acampada, senderismo..etc, en zonzs tan deprimidas como Las Hurdes, que han sido arrasadas por el fuego, sin que nadie de fuera de la zona, se lamente de que, los habitantes de la misma, hallan retrocedido 100 años en el proceso ascendente de su entorno natural hacia la “climax”.

    La bondad de determinadas especies, en los ecosistemas mediterráneos, ante el comportamiento de un incendio forestal, carece de cualquier fundamento, basado en la evolución natural de las especies que vegetan en cada una de las estaciones en que se manifiestan. Nuestras especies de pinos son tan autóctonas, en los distintos tipos de estación en los que forman parte de su estructura arbórea, como las encinas, los alcornoques o los quejigos, por citar algunas frondosas y, además, es a nuestros pinos, dentro de la evolución natural de estos ecosistemas, a los que les toca ocupar los suelos más pobres y degradados, y prepararlos para que, con el paso de siglos puedan ser ocupados por la especies conocidas como nobles, como es fácil de comprobar en el sotobosque de muchas de estas repoblaciones, ocupado por encinas, quejigos, alcornoques y rebollos. Por ello, con el incendio de un pinar, ya sea regenerado o repoblado, se rompe este ciclo de preparación del suelo y del resto de las condiciones de esa estación, por una especie colonizadora, para dar paso a la ocupación paulatina de estos suelos a las llamadas especies nobles, retrasándose la marcha ascendente hacia las especies climácicas. Este es un hecho constatable, pues cuando una zona de pinares de más de 40 años, ya sea repoblada o regenerada naturalmente, se quema, igualmente arden las especies nobles que, de forma natural, han ido ocupando las zonas preparados por ellos y propicias para su desarrollo.

    Tampoco tiene ninguna base científica que la propagación de un incendio forestal, en las zonas mediterráneas, dependa de las especies que compongan el monte que está ardiendo, pues estas se comportan de forma similar, sino de ka continuidad de la vegetación en los distintos estratos (matorral, arbustos y arbolado). De ahí la importancia de las labores preventivas encaminadas a romper esta continuidad. Pero esto que parece una información muy rotunda y radical, se confirma cada verano, cuando los incendios forestales arrasan montes arbolados, independientemente de las especies que en ellos vegetan.

    Es hora de terminar sin desviar la atención, error cometido durante muchos años, sobre algo tan español sobre si son galgos o podencos, pues todas las especies que forman parte de un ecosistema es necesario mantenerlas con su contribución a la sostenibilidad del mismo. El apoyo a unas más que otras, fuera del papel cada una debe jugar, contribuirá a la destrucción de todas. Antes de que esto suceda busquemos reclamar todos aquello en lo que sin duda estamos de acuerdo, que no es otra cosa que exigir la Ordenación de todas nuestras masas forestales, pues más del 80% de las mismas están abandonadas a su suerte, y conviene recordar que los montes ordenados no suelen quemarse. Así que adelante con esta reclamación, pues el coste de oportunidad que estamos soportando es inasumible, para cualquier administración que se precie.

    Estamos obligados, ante el accidente recientemente ocurrido en Arizona que ha costado la vida a 19 bomberos forestales, a pedir respeto a las normas de seguridad y salud para combatir los incendios forestales. Si olvidamos saltarnos alguna de ellas, como parece ser que ha sucedido en este caso, al decidir actuar en labores de control en horas nocturnas, se estará asumiendo un alto riesgo que pude conducir, como así ha sucedido, a la muerte. Por mucha preparación y conocimiento que se ten ga sobre el comportamiento de un incendio forestal, hay líneas que no se pueden traspasar.