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    Con la llegada del otoño algunas ONGS, entre ellas Greenpeace, se han apuntado a redactar un informe sobre los incendios forestales, ocurridos en España durante el año aún no terminado del 2014. En el caso de esta asociación ecologista, es la segunda vez que con estas características redactan un informe, pues la primera fue el pasado año 2013. Esta singularidad no deja de ser curiosa, pues desde la dedada de los años setenta del pasado siglo, hasta la primera década del presente, cuando tanto el número de incendios forestales, como la superficie forestal arrasada por el fuego, han alcanzado cifras catastróficas, esta organización ecologista se limitó, como el resto de los ecologistas, a culpar de todo este fenómeno, a la nefasta política forestal llevada a cabo en el pasado siglo.

    Menos mal que después de transcurridos los últimos cuarenta años, se han dado cuenta que han sido arrasadas por el fuego cerca de TRES MILLONES de hectáreas arboladas, es decir de bosques, y parece que quieren apoyar a resolver “los retos a los se enfrenta la sociedad española respecto al principal problema que afecta a nuestros montes”. Aunque parece un poco tarde haber mirado para otro lado, mientras en un país mediterráneo como el nuestros, se perdía una superficie equivalente al 21% de nuestros bosques, nunca es tarde si se está dispuesto a cumplir la normas básicas, para combatir las graves consecuencias de los incendios forestales, que no son otras que la prevención y la llegada al incendio, con unos medios nada sofisticados, media hora después de haberse iniciado.

 

    Si se abandona la prevención y en más del 50% de los incendios, como ha sucedido en los últimos cuarenta años, no se llega antes de la media hora de haberse iniciado, sobran todos los “debates científicos” que se quieran plantear.

   Si se permite a los profesionales de gestionar los montes de manera sostenible, que no son otros que los ingenieros de montes y los ingenieros técnicos forestales, que opinen sobre el informe que nos ocupa, por boca de quien esto escribe, con más de cuatro décadas de profesión y asistencia al control y extinción de más de un centenar de incendios forestales, empezaré diciendo, que el año que ahora termina, no es el mejor de los últimos cuarenta años en menor superficie quemada, si no se tiene en cuenta que este año, no se han superado los 40º de temperatura en la mayoría de nuestros suelos forestales, durante la época de riesgo de incendios, durante períodos de más de tres días, por lo que no se han producido olas de calor. Este dato meteorológico tan favorable, también contribuye a que sea menor el número de grandes incendios y disminuya la superficie arbolada quemada. En cualquier caso, el efecto de los incendios forestales se debe medir por décadas, siendo poco significativo reverenciarlos a un año, por lo que si se desean obtener conclusiones abría que referirse a la década 2004-2014.

   Supone un grave error desconocer los presupuestos empleados por el estado Central y las CCAA, pues superan con mucho los porcentajes estimados de nuestro capital bosque, más que suficientes para asegurar que nuestra tasa de quema permisible no supere el UNO POR MIL de nuestra superficie arbolada, cuando la medida anual de esta tasa, en las últimas cuatro décadas, es más de TRES VECES mayor. Por ello culpar a unos supuestos recortes, que no afectan de forma significativa a los montantes totales de los presupuestos, siempre por encima de los porcentajes empleados de nuestro capital bosque, no tiene ninguna justificación. Ya está bien de ser el país del mundo con problemas de incendios forestales, con mayores costes por hectárea protegida, sobre todo en medios de extinción, incluso mayor que los Estados Unidos, por lo que aumentar los presupuestos sin justificación alguna, amparados en un tema tan sensible como los incendios forestales, no puede conducir nada más que a la corrupción.

   Otra cosa es como se deban distribuir estos presupuestos, para conseguir una mayor eficacia, y sobre todo que la partida más importante sea para la prevención, pues el aumento de los medios de extinción ya sabemos donde nos ha llevado, a que los que esto promueven se sientan impotentes, porque creían que estos medios serían capaces de parar la fuerza de la naturaleza. ¡Que ingenuos!, pero todavía siguen insistiendo.

   Me parece bien que hablen de los contrafuegos, pues el conocimiento de esta técnica es una especialidad para ser utilizada en determinados casos, casi siempre en los grandes incendios, sobre todo con una topografía tan intrincada como la nuestra, tan apropiada para controlar los frentes de fuego, pues al fuego se le controla también con fuego, a pesar de que a los miembros de la UME, instruidos por los profesionales en esta técnica, se les prohibió su utilización por sus mandos.

   Otra recomendación para que reclamen desde estas organizaciones ecologistas, que tanta fuerza mediática tienen, es que todas las CCAA recuerden que estás obligadas remitir sus datos estadísticos de incendios al MAGRAMA, pues existe la sospecha que algunas de ellas no cumplen esta obligación, y no son precisamente las que menos incidencias de este tipo de fenómeno tienen. Las estadísticas que se pretender hacer a la carta no conducen a sacar conclusiones de sus análisis, pues son tan falsos como ellas mismas.

   Del informe que empezamos a analizar, lo que nos ha puesto los pelos como escarpias, es cuando se dice al final:

   “El vaticinio de los expertos es que quizás durante una o dos décadas podamos mantener las tendencias decrecientes en la superficie quemada media anual. Pero más tarde o más temprano, seguramente entre los años 2020 y 2030, si no antes, asistiremos a episodios verdaderamente catastróficos que superen a todos los dispositivos y planteen una situación de verdadera emergencia nacional, con probabilidad de asistir a la pérdida de decenas o incluso de cientos de vidas humanas”

   ¿Quienes son estos expertos? Esto ya lo hemos vivido algunos en primera persona , informando sobre varias “semanas trágicas” de incendios forestales en comunidades autónomas, nada más recibir las competencias sobre el tema. Pero estas situaciones solo se pueden evitar haciendo un símil de un político , que para este caso tendríamos que decir para pararlo: SON LOS PROFESIONALES, IDIOTA, LOS PROFESIONALES.

   Para terminar hacer una queja, la de no haber encontrado en el informe una sola propuesta, para cambiar la gestión poco acertada, sobre la defensa de los montes contra los incendios forestales, llevada a cabo por las distintas administraciones en las últimas cuatro décadas, que nos han conducido a la espiral diabólica en la que estamos metidos, y que “algunos expertos”, según Greenpeace, vaticinan que lo peor está por llegar.