Parece que está entrando una fuerte borrasca por el Noreste de España, que trae consigo una peligrosa inestabilidad política. Vamos que nos encontramos en una situación, en la que ya no caben intercambio de cromos, como hasta ahora venían haciendo los dos partidos nacionales de gobierno y los nacionalistas, para que aquellos se mantuvieran en el poder, aunque fuera a costa de transferencias que eran de competencias exclusivas del Estado, entre ellas los puertos, las aguas, la ordenación del territorio, ………etc, etc.

    Según los nacionalistas catalanes, después de trascurridas más de tres décadas desde que se aprobó la Constitución, declaran ahora que no se encuentran cómodos en España, de la que forman parte desde que este Estado se creó, en el año 1469, hace más de 500 años, y en el que se integraron como parte del Reino de Aragón. En realidad no merece la pena tratar de apoyarse en la Historia, para justificar la barbaridad política y jurídica que supone esta secesión, pues el Honorable Mas ha manifestado que intentarán alcanzar la independencia por la via legal, y si ello no es posible se olvidarán de la legalidad vigente. Nada nuevo, pues ya están entrenados en saltarse sentencias del Tribunal Supremo, o del Constitucional, sin que el Estado les haya obligado a cumplirlas.

¿SABEMOS DONDE VAMOS?

Parece que la impotencia de la clase política ante la ola de incendios forestales, les está poniendo nerviosos, pues las declaraciones de unos y otros solo conducen a taparse sus propias vergüenzas.

    Posiblemente el dato de que más de la mitad de la superficie quemada, en lo que va de campaña, sea sobre bosques situados en zonas declaradas como protegidas, no dice nada en su favor del esfuerzo realizado para protegerlos de su principal enemigo, que no es otro, para la vegetación mediterránea, que el fuego.

    Por otro lado, el Ministro de Agricultura, declara que una de las soluciones es ampliar las penas a los pirómanos, propuesta esta nada original, pues se repite cada verano, y que está bien para el que desconozca el problema en su totalidad, y no sepa que la vigilancia disuasoria de los montes, sobre todo en la época de riesgo de incendios, ha ido desapareciendo, poco a poco, desde hace más de tres décadas. En este caso, por mucho que se aumenten las penas ¿Quien va acoger a los pirómanos? Parece que las `propuestas en este sentido no dejan de ser una broma. Primero restablecer la vigilancia, y después se puede hablar con fundamento de incrementar las penas de los incendiarios. La propuesta no deja de ser una paradoja.

    Apenas se inicia la campaña de incendios forestales del año en que nos encontramos, y nada menos que unas 50.000 hectáreas de monte, en su mayoría arbolado, han sido arrasadas por el fuego en la provincia de Valencia. La labor de modelación del paisaje llevada a cabo por la naturaleza y el hombre en el último siglo, ha sido barrida por el fuego en poco menos de una semana. Pero atención, que este es el segundo incendio de la temporada, pues ya nos hemos olvidado, pues lo que ha pasado hace un mes ya no es noticia, del gran incendio de Orense.

    Los profanos suelen preguntarse cómo es posible que sucedan estas catástrofes, y para explicarlas, recurren a las teorías carentes de todo conocimiento del medio forestal, y se sienten conformes en defender los tópicos más extravagantes, que no conducen a poner las medidas adecuadas para que no se produzcan grandes incendios, y así seguir manteniendo un estado de resignación, ante un fenómeno que puede ser reducido, de acuerdo con el gran esfuerzo económico, uno de los mayores del mundo por hectárea protegida, que estamos dedicando para su combate.