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    De nuevo seguimos, como vaticinábamos hace un par de semanas, dentro de la campaña de primavera, pronosticando todas las posibles catástrofes que, de forma irremediable, nos llegaran no antes de finales de siglo, como consecuencia del cambio climático, provocado por el hombre, al que no se le ocurre nada mejor, que expulsar de forma continuada a la atmósfera, gases de efecto invernadero.

    Ahora, siguiendo una tradición que se repite en los últimos años, las organizaciones ecologistas han asumido las tesis de los llamados “calentólogos”, y nos invitan, esta vez en la tarde noche del pasado sábado, de las 20:30 las 21:30 horas, a que apaguemos todas las luces, como medida para concienciar a los ciudadanos de todo el mundo, sobre los peligros del llamado “calentamiento global”. Hay que reconocer la tremenda influencia que estas organizaciones tienen en los medios de comunicación, pues esta invitación, de manera insistente, se trasmitió por todas las terminales de prensa, radio y televisión, tanto públicas como privadas, durante todo el día del sábado. Sin duda tienen una red de prosélitos de estas ideas, infiltrados en todos los medios de comunicación, pues si no se gastan ni un euro en publicidad, esta es la única manera de conseguir vender un producto que nadie ha demostrado que pueda convertirse en una realidad.

    A pesar de estas maravillosas campañas de propaganda, según los datos ofrecidos por la Red Eléctrica de España (REE), empresa pública nada sospechosa de manipulación, el consumo de energía eléctrica en España, después de arrancar el evento de “la Hora del Planeta”, ha sido un 5% más que a la misma hora del sábado anterior. Si seguimos exponiendo datos de REE, este incremento del consumo ha supuesto la emisión a la atmósfera de 2.819 toneladas/hora de CO2, frente a las 2.294 del sábado anterior. Este fracaso del evento totalmente medible, por tanto indiscutible, debería hacer reflexionar a los patrocinadores sobre el mismo, sobre su supresión, pues no es racional ni lógico, mantener aquello que genera efectos contrarios a los objetivos que se pretenden, pues se les puede acusar de timadores.

    Es cierto que es un espectáculo jugar a apagar las iluminaciones de algunos de los edificios más emblemáticos del mundo. Pero más que un acto simbólico , no deja de ser una tontería, si con ello, en esa hora, las emisiones de CO2 a la atmósfera se incrementan. También es verdad que la iluminación de estos edificios públicos, en su mayoría, es pagada por todos los ciudadanos, y a los políticos que gestionan estos edificios, les preocupa más ser objeto de críticas por parte de los patrocinadores, por muchas de las deficiencias medio-ambientales que cometen, que obedecer a una campaña que solo beneficia al nombre de quienes la patrocinan, aunque sus efectos sean perjudiciales para los ciudadanos.

    Aunque lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, y no nos cansaremos de repetirlo, es lamentable que perdamos nuestro tiempo y nuestro dinero, en evitar unos posibles cambios del clima, que de producirse sería después de transcurridos unos cientos, por no decir miles de años, y nos olvidemos de corregir aquellos fenómenos que, de forma reiterada e inmediata, están deteriorando nuestro medio natural. Año tras año, sobre todo en las últimas tres décadas, estamos viendo como nuestros montes arbolados son arrasados por los incendios forestales, sin que estas estas organizaciones no gubernamentales, tan preocupadas y exigentes en reclamar inversiones para el cambio climático, no exijan el cambio en la gestión hacia más prevención y menos inversión en sofisticados medios de extinción, con eficacia poco probada en nuestra peculiar topografía, sin preocuparles que esta escalada continúe durante las próximas tres décadas. Tampoco les importa que siendo España el país de Europa con mayor perdida de suelo por hectárea, debido al fenómeno natural de la erosión hídrica, que se suspendan todas las inversiones en frenar estos procesos, mientras si existe dinero para mantener una oficina sobre el cambio climático, oficina que patrocina y subvenciona muchos estudios llevados a cabo por estas organizaciones, e incluso pueden llegar a marcar la pauta de su funcionamiento. Y tan preocupados que están por las renovables, aunque los ciudadanos españoles paguemos la energía más cara de Europa, no les importa que somos un país con una topografía privilegiada, apta para el desarrollo de la energía hidráulica, la más limpia, junto con la nuclear, y la combatimos, fundamentalmente, porque tuvimos un dictador que la propulso, olvidando que que el plan hidrológico nacional que el contemplo fue el que se aprobó en la 2ª República.

    Lo anterior es un ejemplo de olvidarse de la inmediato, para mantenerse en la indefinición de lo que esta por venir, con amenazas continuas sobre su llegada, sin que se vayan cumpliendo ninguna de estas amenazas, que como muy pronto, dicen que llegaran cuando ya estemos bajo tierra o incinerados. Es hora de desmontar toda esta parafernalia que solo a los interesados beneficia , y sería bueno que todos los medios, prensa, radio y televisión, dieran a conocer, una y otra vez, como el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) hizo desaparecer una gráfica que reflejaba el fracaso de todas las predicciones de los “calentólogos” sobre el cambio climático.

    Fue vergonzoso ver en televisión el reportaje preparado al efecto, en el que unos pobres “quechuas” del altiplano boliviano, donde por su altitud no crecen ni las matas más rastreras, sembrando patatas como hace 600 años, aunque para hacer los surcos habían incorporado el arado romano, opinando sobre el cambio climático, y como les afectaba. Como si no fuera primordial rescatarlos de las zonas en las que viven, soportando unas condiciones de vida infrahumanas, antes que hacerles partícipes con sus opiniones, de un problema que desconocen y al que le achacan la escasez de agua que disponen para el riego de su cosecha de mantenimiento. A veces aprovecharse de los más débiles e indefensos, en beneficio propio, solo conduce a la mayor bajeza en la que puede caer el ser humano. Es hora de llamar a las cosas por su nombre, y abandonar a estos falsos profetas, que solo se preocupan de conservar su “status”, a costa de alarmar a los más sensibles, con la continuada llegada de catástrofes.