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Cedro centenario-Jardín de La Granja

    El pasado día 20 me encontraba escuchando el discurso de apertura del Presidente del Gobierno, del Estado de la Nación, cuando contó la siguiente anécdota:

    Señorías, cuentan la historia de aquel mariscal francés destinado en las colonias que, ante el incendio de parte de un bosque centenario de cedros, ordenó al técnico forestal que se plantarán otros cuanto antes. El técnico le contestó que serían precisos 200 años para que los nuevos cedros alcanzaran la altura de los que habían ardido. A lo que el mariscal contestó:”Razón de más para empezar cuanto antes”.

    Escuchar esto me hizo saltar de la silla de sorpresa, pensando que seguidamente se pondría manos a la obra a exponer un Plan Forestal, para la repoblación de los más de 3 millones de hectáreas arboladas, equivalentes a unos 1.000 millones de árboles centenarios, arrasadas por el fuego en las últimas cuatro décadas. Pero todo fue un sueño, pues la anécdota la utilizó para justificar la corrección, cuanto antes, de los problemas del fracaso escolar y abandono temprano que padece nuestro sistema educativo. Fracaso atribuible a los gestores de las últimas tres décadas, pues casi se duplicó la inversión en educación, con dinero de nuestros impuestos, y los resultados no pueden ser más desastrosos según el informe PISA. Lo raro es que estos datos puedan ser defendidos por alguien, como así sucede, en vez de pedir perdón y prometer que no lo volverán hacer, como exigieron a nuestro Rey y Jefe del Estado cuando se equivocó, en determinados comportamientos personales.

    Pero retomemos el tema de los cedros, y digamos que a la clase política de las últimas décadas, los árboles le importan poco, por no decir nada, al menos es lo que parece, pues no se explica que hasta la campaña electoral de 2008 no se habló de ellos, y un partido, el PSOE, que fue el que ganó las elecciones, prometió plantar la ridícula cifra de 45 millones de árboles en la legislatura, cuando en España existen más de 12 millones de hectáreas de suelo forestal desarbolado. Pero lo peor no fue la promesa, si no que termino la legislatura sin que se pusiera un solo árbol acogido a ese Plan. La presentadora de esta promesa, ante los medios de comunicación, fue la actual portavoz parlamentaria Soraya Rodriguez Por cierto, en esa misma campaña, el PP prometió la repoblación de 100.000 hectáreas, pero como no ganó, no sabemos lo que podría haber hecho.

    Ahora la disculpa para cubrir las vergüenzas de abandonar a los árboles a su suerte, por parte del gobierno Central, es decir que lo forestal y los montes son competencia de las Autonomías, y se olvidan que la Legislación Básica y la Planificación es suya. Pero es mejor gastar nuestros impuestos en temas relacionados con el “cambio climático”, cuando al periodo interglaciar en el que nos encontramos, se estima que le quedan 100.000 años para terminar, que invertirlos para corregir los problemas, inmediatos en el tiempo, que acucian a nuestros montes arbolados. Si es necesario emplear a personas para que nos adoctrinen con sus teorías, de incriminar al pérfido ser humano, como destructor de la naturaleza, por su desarrollismo incontrolado, hágase.

Piñas de cedro

    Pero lo anterior no debe ser a costa de retirar las inversiones necesarias, para la rápida reposición de nuestros árboles arrasados por los incendios; la repoblación de nuestros suelos ocupados por matorrales invasores y regresivos; frenar la erosión de nuestros suelos y ordenar todos nuestros montes con criterios de aprovechar conservando, ahora llamados de sostenibilidad. Si se sigue sin marcar prioridades, pues gobernar es saber priorizar, sobre todo en cuestiones relacionadas con la Naturaleza, los distintos componentes de la misma, entrarán en una regresión de muy graves consecuencias. Por ejemplo, si muchos de nuestros suelos pueden perder, tras el paso de una fuerte tormenta, un centímetro de su horizonte superior, se sabe que volverlo a recuperar requeriría el paso de UN MILLÓN de años.

    Volviendo a los cedros, uno de los árboles de porte más bello de la Naturaleza, adornado con el tono azulado de sus acículas, de origen mediterráneo, por lo que no es una casualidad encontrarlo con gran profusión en todos nuestros jardines, aunque sea una pena que no tengamos en España bosques repoblados con esta especie, como sucede en Francia, que lo introdujo en 1862 y cuenta con maravillosos bosques de cedros como el de Mont Ventoux. Recuerdo que mi sabio profesor de Botánica, Don Luis Ceballos, y de muchos otros profesionales que todavía viven, cuando nos hablaba del cedro del Atlas decía: …este árbol que podemos encontrar en la cordillera del Atlas, a poco más de 50 kilómetros del estrecho de Gibraltar, debemos invitarle a entrar en nuestro país y decirle “ pase, esta Ud en su casa”. Este consejo que yo no me atreví a cumplir, pues entonces el ecologismo naciente, radical para hacerse notar y muy apoyado por la llamada progresía, te tachaba de ignorante por repoblar los suelos esqueléticos con nuestros pinos autóctonos, no se que hubiera pasado por plantar un árbol foráneo, aunque sea una pinácea de la estación mediterránea, al igual que la variedad del Libano.

    Es urgente rectificar para recuperar el tiempo perdido, aunque en muchos sitios haya aumentado la superficie del suelo inforestal, por lo que debemos exigir al mariscal que se aplique la moraleja y basado en la justificación de “Razón de más para empezar cuanto antes”, ponga en marcha el Plan Forestal que España necesita, para frenar la desaparición de bosques más escandalosa de nuestra historia reciente, plantando todos los árboles que hemos perdido. Que nadie se atreva a justificar, que ahora no es momento de hacer frente a este problema, debido a la crisis, pues el montante de este Plan, a desarrollar en 25 años, requeriría una inversión 80 millones de euros al año, y al menos un 20% de esta sería mano de obra. Se sorprenderán más, si se pregunta a los economistas cual es el coste de oportunidad de no poner este Plan en marcha. ¡ANIMO MARISCAL! El coste total del Plan equivaldría a la cuarta parte de lo que nos ha costado rescatar a la Caja de Castilla la Mancha.