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    Me he tomado la molestia de leerme los programas de todas las comunidades autónomas, y en ninguno de ellos se recogen cuales son las medidas que van a tomar, para combatir y parar los dos problemas forestales más graves: los que afectan a sus suelos, con el total olvido de la corrección hidrológico forestal, y a la desaparición de sus bosques, con la quema de la mayoría de sus montes arbolados arrasados por los incendios forestales.

    Es verdad que cuatro años no son nada en el tiempo forestal, pero si los presupuestos en este sector, en el último medio siglo, no se han dedicado a reducir estos, que son los problemas más graves del mismo, la desaparición de suelos y bosques seguirá creciendo exponencialmente, mientras los presupuestos se dedican a estudios, que no a planes y proyectos valorados, para frenar estos efectos catastróficos.

    A veces pienso que estas llamadas que hacemos los profesionales, para que se paren los efectos catastróficos de estos fenómenos, no tienen ninguna importancia para los ciudadanos, pues la mayoría de ellos, ni siquiera los que se llaman amantes de la Naturaleza, se apuntan a exigir a los poderes públicos, su responsabilidad hacia los impactos que se producen en bienes tan intangibles como el paisaje, que en algunos casos son irreversibles.

    No me gusta basarme en números y estadísticas, pues muchos pueden creer que esta es una estrategia para llevar el agua a mi molino. Pero cuando en los últimos 15 años se han quemado más de NOVECIENTAS MIL HECTAREAS ARBOLADAS, equivalente a QUINIENTOS MILLONES de grandes árboles, número de árboles y superficie a la que han contribuido todas las comunidades autónomas, algunas con la cuarta parte de su superficie de bosques, hay que concluir que la cifra reflejada es alarmante. Sobre todo para los habitantes del medio rural, que cuando dirigen todos los años la vista hacia el monte, el paisaje que encuentran es distinto, pero a peor, al que sus ojos contemplaban el pasado año, sin que ello a nadie inquiete, por lo que nos pude quedar la sensación que esto es un castigo de Dios, contra el que nada se puede hacer.

    A pesar de las anteriores cifras, equivalentes a que cada español, incluidos los recién nacidos, hubiéramos echado a la chimenea de nuestra casa, en este periodo de tiempo, DOCE grandes árboles, ninguna institución pública, ni asociación privada, subvencionada o sin subvencionar, ni diversas asociaciones sin animo de lucro, que presumen de defender la Naturaleza, levantan la voz para exigir que se frenen estas catastróficas situaciones de lenta eutanasia, hacia seres vivos que no pueden salir corriendo, pues su destino es morir de pie.

    Encima los poderes públicos nos engañan, pues nos dicen que nunca se invirtió tanto en conservación de la Naturaleza, cuando en esta capítulo incluyen los más variopintos conceptos, que nada tienen que ver con corregir los problemas inmediatos y urgentes, que de forma sistemática destruyen la misma. Se eligen como problemas prioritarios cuestiones como el cambio climático, a los que sus más acérrimos defensores vaticinan un periodo de un siglo para que se manifiesten de forma catastrófica, mientras que cuando se cumpla este siglo, al ritmo que quemamos bosques y arrastramos nuestros suelos al mar, los primeros acabaran siendo residuales y nuestros suelos inforestales aumentarán de forma vertiginosa. Pero todo esto no importa, pues a pesar del fracaso que supone la pérdida alarmante de la superficie de nuestros bosques, la Administración, debido a la presión ejercida por ecologistas y simpatizantes, se encuentra satisfecha por la política del Gobierno en materia de cambio climático, aunque ello solo suponga magras subvenciones para seguir existiendo.

    Se pude entender que poco o nada preocupen a los ciudadanos las pérdidas de suelo por erosión, aunque seamos el pais con los suelos más erosionados de Europa. Esta falta de preocupación es normal, pues cuando se trata de gente no profesional, es difícil de un año a otro, apreciar la perdida de 1cm. de suelo, que suponen la pérdida de cientos de toneladas. Lo que deben conocer es que si desaparecen los suelos y los bosques, el ciclo del agua se verá totalmente alterado. Las fuertes precipitaciones de final del verano, generalmente consecuencia de lo que se llama una “gota fría”, son fenómenos previsibles y recurrentes todos los años por esas épocas. Lo normal sería que la Administración no hubiera abandonado, como así ha ocurrido, las labores de corrección hidrológico forestal, única manera de paliar con estas obras los daños materiales y la pérdida de vidas humanas.

    Si seguimos por este camino, y esto no es un vaticinio sino un simple calculo matemático, dentro de CIEN años, periodo muy corto de la vida de un bosque, 1.111.551 hectáreas de nuestro suelo forestal se habrán convertido en inforestales, por pérdida total del suelo, al desaparecer 1cm. de profundidad del mismo en 2.561.426 hectáreas de suelos muy erosionados. Estas cifras, que pueden parecer poco importantes, están pidiendo con urgencia una prioridad de actuación. pues cada centímetro de profundidad perdido, si no media la ayuda del hombre, requiere de un MILLON de años para su regeneración.

    Si en 1987 el Ministerio de Hacienda fijaba el coste de oportunidad, de no invertir nada en restauración hidrológico forestal, era equivalente a DOSCIENTOS CUARENTA MILLONES DE EUROS al año, no es de recibo que en la actualidad el ministerio competente en esta materia invierta menos de CINCUENTA MILLONES POR AÑO, cuando el Plan Nacional de Restauración Hidrológico Forestal contempla la inversión DOSCIENTOS MILLONES DE EUROS AL AÑO, durante 40 años. Sin duda, si este incumplimiento se ha materializado, aquí los recortes por la crisis han sido mas importantes que en el resto de los sectores, sin que ninguna marea haya salido en su defensa.

    Todo lo anterior es tan grave, que no disculpa a las administraciones forestales de las distintas autonomías, que se hayan olvidado de priorizar estas inversiones. Si nada se hace para revertir estas situaciones limite, los daños anuales originados por la erosión hídrica (inundaciones, avenidas torrenciales, aterramiento de embalses, pérdida de suelo…..) seguirán costando a los contribuyentes los DOSCIENTOS CINCUENTA MILLONES DE EUROS ANUALES, calculados por el Ministerio de Hacienda en 1987, como costes de oportunidad.

    Perder una legislatura, sin priorizar la inversión para corregir estos graves problemas, que afectan a los bosques y al suelo, es renunciar a la conservación de nuestra Naturaleza, cuando la mejor política que puede llevar a cabo el ser humano es contribuir a la conservación de la misma. La degradación del suelo y de las cubiertas vegetales, alcanzará su máxima gravedad, cuando su intensidad sobrepase el “umbral de la reversibilidad”, y en el caso de no actuación urgente, será la triste herencia que estamos dejando a las generaciones venideras.