El Pasillo de Santa Isabel de Málaga quedó totalmente anegado tras el paso del agua torrencial que portaba el río Guadalmedina en 1907

    El pasado jueves, 27 de septiembre, publicaba en mi artículo semanal de cronicaeconomica.com como estaban estrechamente relacionados el agua y los bosques, y como estos si desaparecen, el ciclo del agua se verá totalmente alterado. Decía que la cubierta vegetal protege el suelo, facilita la infiltración de las gotas de lluvia, frena la escorrentía superficial, disminuye las ondas de avenida cargadas de materiales sólidos del suelo, que finalmente depositan en los tramos de menor pendiente del cauce, dando lugar a las inundaciones, o en los embalses al aterramiento de los mismos.

    Pues a los dos días de escribir esto, el sábado 29, día de San Miguel, se produjo, principalmente en el Sureste de la Península, una de las avenidas catastróficas, después de unas fuertes precipitaciones, tan frecuentes al final del verano, ya sean consecuencia de una “gota fría”, o de la llegada de los restos de un ciclón tropical, como ha sido en este caso. No es presumir de adivino, ya que si estas precipitaciones son previsibles todos los años, por estas épocas, sería bueno que las distintas Administraciones no abandonaran, como así sucede, las labores de corrección hidrológico forestal, única manera de paliar con estas obras los daños materiales y la pérdida de vidas humanas.

    Nadie puede negar que nos encontramos en un momento, en el que se ha abierto un debate sobre como contribuyen Las Autonomías, consagradas en nuestra Constitución, a una gestión administrativa adecuada, según los cánones de eficacia y economía, de las materias que tienen trasferidas.

    Todo el mundo estaremos de acuerdo en que las formas de Estado, hasta la llegada de Las Autonomías consagradas en nuestra Constitución, eran dos: El Estado Central y El Estado Federal. Ambos lo suficientemente experimentados en el tiempo, como para saber que confiar en cualquiera de ellos no supone una aventura interminable, para sentar las bases de su funcionamiento, como sucede con el original invento de Las Autonomías, en las que después de transcurridos más de treinta años, no se ha desarrollado su sistema de competencias , ni se sabe cuándo terminará este proceso.

    En un programa matinal de radio, de este principio del otoño, han dedicado un espacio a “la berrea” del ciervo en el Parque Nacional de Cabañeros, que fue declarado como tal Parque Nacional el 8 de Noviembre de 1995, en pleno “califato” de Don José Bono como Presidente de Castilla la Mancha.

    Un Parque Nacional es la máxima figura de protección que se puede aplicar a un determinado territorio, siempre que se cumplan dos requisitos básicos.

   -Ser un espacio poco alterado por el hombre

   -La superficie afectada debe ser propiedad Pública en su mayoría.

    Siendo la finalidad de esta declaración dedicar este territorio “ al uso y disfrute de los ciudadanos” , objetivo del primer Parque Nacional que se declaró en el mundo, el de YELLOWSTONE el 1 de Marzo de 1872, este objetivo se ha venido contemplando en todos los Parques Nacionales declarados posteriormente en el mundo. El apellido Nacional y el compromiso con la ciudadanía, obligan a los distintos países que optan por este tipo de declaración, a que los costes de mantenimiento y conservación, es decir todos, se financien con los presupuestos generales del Estado.

    Entrevista publicada en la sección 'A la contra' del periódico La Razón. Por Amilibia.


    Leblic (Toledo, 1940) es asesor de la Junta de Decanos del Colegio de Ingenieros de Montes de España. No cree que el nuestro sea un país de pirómanos, sino de negligentes. «La gente no es consciente del drama que vivimos, nadie reclama, nadie se queja, ¿qué pasa?». Tampoco cree que los políticos se den cuenta de lo que sucede. «En Galicia, el año pasado, cuando los incendios, cogieron a unos 150 pirómanos: sólo uno está en la cárcel. Si no hay vigilancia, no se puede demostrar la culpabilidad».

-La otra canción trágica del verano: los incendios forestales. Ardió Gran Canaria, Tenerife... ¿Son inevitables estos incendios?

-Siempre habrá incendios. Decir que se puede acabar con ellos es tan demagógico como decir que se va a acabar con la delincuencia. Se puede evitar que sean tan grandes, tan devastadores, eso sí...

    Entrevista publicada en la sección 'A la contra' del periódico La Razón. Por Amilibia.

«Los políticos de cualquier signo no le encuentran rentabilidad al bosque, no les importa mucho. Piensan a corto plazo y los árboles no votan»

    Leblic (Toledo. 1940) es pesimista en cuanto a la superficie arbolada: «Si no repoblamos por lo menos el doble de lo que desaparece, cosa que no se hace, seremos un país de matorrales». Dice que no hay política forestal en defensa del árbol. Y que los ciudadanos se encadenan a los árboles, sí, «pero no tienen conciencia de que los mata la contaminación». Ama a los árboles «porque lo dan todo (sombra, frutos, aire puro, retención de aguas) sin pedir nada a cambio». No cree que España sea un país de piromanos, pero sí de negligentes.

-Recuerdo aquello de «cuando un árbol se quema, algo suyo se quema... señor conde».

-Yo también. Fue un mensaje claro y efectivo, pero el añadido humorístico fue dañino. La gente decía: «pues que se apañe el señor conde».