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    Empezar un artículo con este encabezamiento, para la mayoría de los españoles, supone una barbaridad en toda la regla, pues es increíble que una parte de este Estado, del que forma parte desde hace más de 500 años, se considere agraviada gravemente por el conjunto del mismo. Pero lo grave es, que solo una parte de la población de este territorio, si queremos hasta el 50% de la misma, asume la representación de todos los demás, y nos quiere llevar a la conclusión de que, ante una acusación sin una base histórica objetiva, aquí solo cabe el pensamiento único, y aquellos que difieran, se intentará anatematizarlos, excluirlos y hacerlos callar de momento. Pero si el debate se equilibra, como así ha sucedido en el tiempo, se intenta expulsarles del territorio con las amenazas personales y profesionales que fueran necesarias. Nadie puede negar que esto ha sucedido, tanto en Cataluña como en el País Vasco, y no tiene gracia que por defender una ideología contraria al nacionalismo, te hayan obligado al desarraigo de la tierra en que naciste, sin que esta hipócrita sociedad haya puesto en marcha los mecanismos legales necesarios, para evitar que este doloroso destierro interior se haya producido.

    Los que participamos activamente en la creación de la democracia que disfrutamos, y poco después de promulgarse nuestra Constitución creímos que aprobada esta por más del 88% de los votantes, contaba con la conformidad de una amplísima mayoría, abandonamos la primera línea de la política y volvimos a nuestras profesiones, creyendo que el marco legal fijado permitía que todas las ideologías, salvo las totalitarias y excluyentes, podrían gobernar dentro de la Constitución que todos nos dimos. Pero parece que esto no es posible, pues a la invención malintencionada de que España está contra Cataluña, se une, de forma inmediata, la pretensión de los nacionalistas y simpatizantes, de celebrar una consulta separatista en pro de la independencia, fijando fecha y pregunta para la misma.

    A los que vivimos fuera de Cataluña todo esto nos parece un mal sueño, pues bajo el punto de vista histórico está reclamando la independencia, una parte de España que nunca lo fue, a no ser que durante los últimos 500 años nos hayan ocultado la verdadera historia, que según los secesionistas no es otra que la de la opresión y explotación continuada de su territorio y sus habitantes. Sin duda, esta es la historia que después de las trasferencias en educación, han montado para consumo propio, sin tener en cuenta el odio acumulado, en al menos las tres últimas generaciones, dando lugar a sentimientos de odio, muy difíciles de erradicar, cuando se construyen sobre falsas verdades basadas, a su vez, en una falsa historia.

    Para todos los españoles que estudiamos la historia de España del bachillerato con examen de estado, o el de seis años con dos reválidas y preuniversitario, el conocimiento de la misma no da lugar, ni a sospechar, que se pueda reclamar la independencia de un Estado, cuando nunca se ha sido un estado independiente, después de cinco siglos de apoyo y convivencia pacífica. Incluso en la hazaña del descubrimiento del Nuevo Mundo, donde muchos catalanes, como Gaspar de Pórtola, Gobernador de California, ahora que acaba de celebrarse el tercer centenario del nacimiento del Beato Fray Junípero Serra, y junto con él, colonizaron y pusieron los cimientos para la construcción del estado de California, el 8º más rico del mundo actual en renta “per cápita”. Todo ello sin olvidar las fructíferas relaciones comerciales que, amparadas y propiciadas por el estado español, mantuvieron los catalanes con Cuba, gracias a las cuales se hicieron grandes fortunas, aunque en los dos primeros siglos del descubrimiento, la debilidad económica y demográfica de Cataluña fuera un impedimento para el desarrollo de un incipiente comercio. No obstante, en estos tiempos en que el comercio era inexistente, personajes catalanes destacaron en otros campos, como los militares Pere Bertrand Margarit y Miquel Ballester, que acompañaron a Colon en 1493 en su segundo viaje, junto con los religiosos Fray Bernat Boïl, Fray Ramón Paner Ramón Ponc, o el cosmógrafo Jaume Ferrer de Blanes, que elaboró el mapamundi necesario para redactar el Tratado de Tordesillas en 1494. En el año 1778 el rey Carlos III liberalizó el comercio americano desde los puertos catalanes, debido al aumento demográfico, junto con la modernización de la economía que experimentó Cataluña en el siglo XVIII, que pasó de “producir para consumir a producir para vender”, recuperándose para entonces el tiempo perdido.

    Lo anterior es un ejemplo, en un sector determinado, de la convivencia normal entre pueblos que decidieron vivir juntos, si queremos en simbiosis, o lo que es lo mismo en régimen de aprovechamiento mutuo, a sabiendas de que si esta simbiosis se rompe, representa la muerte para ambos. Pero esta pequeña parte de la historia, como cualquiera otra que queramos traer, no interesa a los partidos que han firmado la independencia, pues así lo han afirmado algunos, como el representante del partido comunista, que en una entrevista televisiva, en horas de mayor audiencia, afirmó que para ellos los hechos históricos no tienen ningún interés, con lo cual se muestran coherentes con enterrar la historia, pues la desaparición de su ideología debía ser una realidad, nada más recordar el desastre social y económico que ha supuesto la aplicación real de la misma, en el último siglo, en los distintos pueblos que la impusieron por la fuerza, y no precisamente de los votos.

    Pero si hablamos de la historia reciente, la que algunos hemos vivido en el último siglo, nadie puede justificar los fuertes ataques de España a Cataluña, pues fue el estado español el que mantuvo, hasta que se incorporó al tratado de libre comercio, los aranceles a la importación de paños ingleses, que hacía prohibitiva la compra de los mismos, más baratos y de mejor calidad, obligando a los españoles a comprar los de Manresa y Tarrasa. Tampoco es discutible que la ubicación de la empresa pública de fabricación de automóviles más importante de España, La SEAT, se decidiese situar en Cataluña, cuando podía haberse establecido, para beneficiarla, en cualquier otra región de nuestro territorio. Y ya está bien de quejarse de los peajes de las autopistas catalanas, pues en los años sesenta, cuando llegar a cualquier otra región por las carreteras nacionales suponía un grave riesgo para los conductores, a Barcelona se llegaba tras rodar trescientos kilómetros por autopista, y toda Cataluña fue, con mucha antelación, la primera región del territorio con una completa red de autopistas, todas ellas avaladas por el Estado español. También conviene recordar que las olimpiadas de Barcelona se pagaron con dinero de todos los españoles, como hubiera sucedido de celebrarse en cualquier otro sitio fuera de Cataluña, pero hay que tener en cuenta que esta financiación no se limitó a construir las infraestructuras necesarias para celebrar este evento, sino a cambiar la fisonomía total de una ciudad que fue la principal beneficiada de este acontecimiento, aunque fuera aprovechado oportunamente, y propiciado por las autoridades autonómicas, para enarbolar carteles y pancartas diciendo que Cataluña no es España, para conocimiento y malicioso engaño de los extranjeros que nos visitaron. Sin duda, el pueblo español que fue el que más aportó a esta fiesta, tenemos que sentirnos agradecidos por este ultraje.

 

    Hay que acabar dando las gracias a los constituyentes por dejar cerrada la Constitución, a que cualquier región española pueda de forma unilateral, inventándose un derecho a decidir no basado en hechos históricos, romper la unidad de un estado libre y democrático, sin contar con la participación de todos sus ciudadanos, pues esto sí que sería más que un auténtico robo un atraco. Para experiencias ya tenemos bastantes con la división cantonal de la primera república.