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    Hablar de impuestos, en vísperas de elecciones, para los que tributamos por medio del IRPF, es llevarnos las manos a la cabeza, pues no comprendemos las elevadas retenciones que nos practican, ante unos ingresos que van poco mas allá de lo considerado como supervivencia. Si además, como sucede ahora, se nos junta el periodo de declaración de la renta, con la época de campaña electoral, sentimos vergüenza ajena de los esfuerzos de los distintos candidatos, para ocultarnos que no existe posibilidad alguna de bajarnos los impuestos.

    Es increíble que después de cuatro años de crisis, cuyo elevado coste fundamentalmente hemos pagado los asalariados, todos los partidos políticos, excepto el del actual Gobierno, nos amenacen con ninguna bajada de los impuestos actuales, y algunos los suben hasta la estratosfera, justificando que después los repartirán entre quien ellos consideren oportuno, posiblemente entre los de su misma ideología, volviendo a los tiempos en los que los paisanos del pueblo de un líder le pedían: “Niceto, colócanos a todos”.

 

    La exagerada avidez de la clase política, de castigar a los que disponen de un puestos de trabajo con más impuestos, no se comprende, sin antes demostrar que todo el dinero se ha gastado de acuerdo con lo presupuestado, y si se ha superado este límite, los componentes del gobierno no quedan liberados de su mala gestión, por el mero hecho de perder las elecciones, pues una administración desleal es un delito, aunque se maneje dinero público. Sin duda, solo para los que piensan que el dinero de nuestros impuestos no es de nadie, es posible que consideren la administración de los mismos, como un acto voluntarioso que demás hacen con dedicarle su tiempo, sin estar sometido a los controles pertinentes.

    Pero la subida de impuestos no se limita al de la renta, pues tanto el de patrimonio, como el de sucesiones o el de bienes inmuebles, están avisados de revisión a peor, lo que supondría más castigo para una clase media, que después de la crisis ya no tiene capacidad de aguante. Sobre el principal impuesto al consumo, casi todos son partidarios de modificar el IVA, modificación que lleva consigo castigar a los más necesitados, a pagar más sobre los productos básicos (pan, leche huevos…). Esta subida deja de ser una decisión insolidaria, para ser una injusticia, aunque se recoja en el BOE.

 

    No se sabe si todas estas amenazas irán en serio, pero en cualquier país desarrollado del mundo, anunciar una subida general de impuestos, supone perder las elecciones. Posiblemente aquí somos diferentes, y antes de poner los medios para que disminuyan los gastos improductivos del Estado, estamos dispuestos a rascarnos más nuestros bolsillos, con tal de seguir manteniendo lo insostenible.

    Bueno sería que la subida de impuestos se justificara para llevar a cabo, todo aquello que llevara consigo distintas actuaciones encaminadas a igualar a todos los españoles a poder disponer de los mismos servicios, sea cualquiera la autonomía en que residan:

    La misma infraestructura básica para llegar a todas las regiones.

    La disponibilidad de agua para consumo urbano, industrial y agrícola, en cantidad y calidad, para todos los rincones del país.

    El mismo tiempo de espera para atender a los enfermos, independientemente de la autonomía en que residan.

    El mismo tipo de gestión para hacer sostenibles nuestro recursos naturales renovables. La misma calidad de la enseñanza en todos los centros educativos.

    Todos estos servicios básicos que se pagan con nuestros impuestos, no es posible que sean mejores en determinados territorios, e incluso que ni existan en otros, con la amenaza de algunos partidos políticos del total aislamiento de estos, fomentando el progresivo empobrecimiento de los habitantes de los mismos.

    A los contribuyentes de clase media, los más numerosos, nos parece que los impuestos actuales sobre la renta son casi confiscatorios, cuando la media de los mismos equivale a que CUATRO meses al año trabajamos para Hacienda. Además el IVA a pagar por determinados productos de primera necesidad, como electricidad, gas, gasolina, telefonía…, está en el 21%, con lo que dedicamos DOS meses más de nuestro sueldo para el Estado.

    Superada la crisis, sería bueno que no nos asustaran con más subida de impuestos, y parece que no van por ahí los distintos programas de la clase política, pues la mayoría de ellos siguen creyendo, erróneamente como han demostrado, que el dinero está mejor en las arcas del Estado que en nuestros bolsillos, mientras a aquel le siguen endeudando de forma vertiginosa, cargando a nuestras espaldas la deuda, y justificándola diciendo que somos uno de los países europeos con menor presión fiscal. Esta comparación es falsa, si no decimos que recibimos muchas menos prestaciones sociales que los países que tienen mayor presión fiscal.

    Si todas las previsiones indican que hemos entrado en épocas de crecimiento próximas al 3% del PIB, no existe ninguna justificación para una subida de impuestos, a no ser que nos estén engañando con las previsiones, y si así fuera tendrían que denunciarlo.