Terminado el mes de agosto, este no nos ha dejado, como otros años, las típicas serpientes de verano, sino un montón de “culebrones”, y no precisamente venezolanos, si no tipicamente españoles, consecuencia de la corrupción política que nuestra democracia no fué capaz de atajar, desde aquel momento en el que todas las instituciones del Estado, se vieron salpicadas por las actividades corruptas de sus gestores políticos, desde el Banco de España al Ministerio del Interior, pasando por prestigiosas ONGS internacionales com la Cruz Roja.

    Cuando han transcurrido dos años y medio desde las pasadas elecciones generales, en las que el partido en el gobierno las ganó consiguiendo una mayoría absoluta, este parece que esta sumido en un total desconcierto, y no acierta con las medidas que puedan ganar la confianza perdida de sus electores.

    Es verdad que la situación económica heredada nos situaba al borde de la suspensión de pagos, siendo casi milagroso que nos salváramos de la intervención de Europa, lo que hubiera supuesto unos sacrificios para toda la población, difíciles de soportar por esa mayoría de la clase media, que es la que ha cargado con todo el peso de la crisis, soportando unos impuestos confiscatorios sobre el trabajo y los pequeños ahorros, y unas tasas abusivas sobre los distintos servicios, mientras que muchos de los profesionales liberales más destacados, artistas, deportistas, políticos..., han podido escurrir el bulto con las rentas obtenidas de sus capitales, colocados en las correspondientes SICAV, tributando al 1%.

    Cuando nos queremos referir a determinadas conclusiones, a las que llegan personajes que pueden tener ascendencia sobre parte o la totalidad de la población, y estas conclusiones no pasan de ser conocidos y sabidos tópicos, que ante la casi imposibilidad de ser aplicadas, podemos clasificarlas como gansadas. Estas gansadas solo sirven para el desahogo de quien las propone, al mismo tiempo que se posiciona para justificar que no comparte, aunque si comprende, a los que las hacen propias y las quieren vender con éxito, a una población que ya no le queda esperanza de confiar en la clase política, que en las dos últimas décadas les hicieron perder el paraíso, cayendo al infierno en caída libre, sin poner ninguna red de protección.

    Para empezar, antes que alguien pueda confundir lo que pienso de un Estado Federal, decir que me siento un gran admirador de esta forma de estado, pues comparto todos los principios sobre los que se asienta: Constitución escrita, División territorial, Descentralización, Corte Suprema de Justicia, y sobre todo, el de la defensa de la igualdad de todos los ciudadanos. Además, dicho lo anterior, me siento un gran admirador de los Estados Unidos de América, país que visito con frecuencia, que después de más de 200 años de tener en vigor su Constitución federal, es el país que desde hace casi un siglo lidera el mundo actual, en el que la igualdad de derechos entre sus ciudadanos, por encima de sus distintos territorios de origen, son un ejemplo que la mayoría de los países quieren imitar.

    Desde hace un tiempo todos los problemas que puedan surgir, hay mucha gente empeñada en que la única manera de resolverlos, es acudir al diálogo. Aquello de que hablando se entiende la gente, se ha convertido en un punto de partida obligado, aunque los interlocutores no se fijen un objetivo común al que llegar, y como en los tebeos de cuando éramos niños estamos dispuestos a iniciar el “Diálogo para Besugos” partiendo del buenos días, buenas tardes, por lo que difícilmente podemos llegar a una convergencia, a no ser que, para dialogar, cada interlocutor se encuentre a 10.000 kilómetros del otro.