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   Fray Junípero Serra en la Misión de San Diego

    En el artículo de la semana pasada, La Conquista de América, mencionaba al Beato Fray Junípero Serra, como uno de los españoles que, con su esfuerzo, dedicación y su gran capacidad para el trabajo, contribuyó de forma imprescindible a la colonización y el desarrollo en la historia del estado de California, el más próspero e importante de los Estados Unidos, que a día de hoy ocupa el 8º puesto del mundo en renta per cápita.

    Fray Junípero Serra nació el 24 de noviembre de 1713 en Petra (Mallorca), en una familia modesta de labradores, cuyos padres le encaminaron por los senderos de la fe católica y del amor a Dios. Fruto de esta trasmisión familiar de principios religiosos, los padres, a pesar de ser analfabetos, trataron de dar a su hijo una mejor formación que la suya, orientándole hacia la vocación franciscana, donde aprendió de memoria, desde muy niño, Las Florecillas de San Francisco, descubriendo en ellas la figura de fray Junípero, cuyo nombre tomó al profesar en la Orden, en el año 1731, un año después de su ingreso en la misma, a la que llegó con escasas fuerzas físicas y poca estatura, lo que le impedía colaborar en los trabajos más rudos y fatigosos, impedimento que le humillaba ante sus compañeros. Sin embargo, cuando hizo la profesión religiosa, y tomó el nombre de Fray Junípero, se le pasaron todos los males, según el decía, y cobró nuevas fuerzas y salud, para en Mallorca ser capaz de realizar con provecho los estudios de Filosofía (1731-1734) y Teología (1734-1737), y ser ordenado sacerdote.

    En 1740, a los 27 años, ejerce como profesor de Filosofía durante tres años, y en 1742 se doctoró en Teología, siendo profesor de esta disciplina en la Universidad de Palma durante seis años. A su labor docente siempre se unió el ministerio de la predicación, en el que destacó con un lenguaje tan sencillo como profundo, sin acudir a un barroquismo en las formas tan inteligible para muchos creyentes.

  Fray Junípero Serra en la Misión de San Gabriel

    A finales de 1749, a los 35 años, Fray Junípero decide dejar sus doctas y cómodas actividades académicas, ganadas con su esfuerzo personal volcado en los estudios, se despide de sus ancianos padres y parte para las misiones, embarcando en el puerto de Cádiz para las Indias, a fines de agosto de 1749, con la compañía de su alumno, también franciscano, Francisco Palou. Llegados a Veracruz, después de una escala en San Juan de Puerto Rico, aunque la Corona costeaba los gastos de caballerías y carros para los misioneros, Fray Junípero, con otro misionero, tras obtener el permiso debido, partieron hacia Ciudad México a pie y mendigando, según la mejor tradición franciscana. Cerca ya de la meta, notó Fray Junípero que se le hinchaba un pie, quizá por las picaduras de los mosquitos, que rascadas se infectaron, y la herida abierta acompañaría para siempre los itinerarios apostólicos del padre Serra hasta su muerte.

    Fray Junípero llegó a la Ciudad de México el 1 de enero de 1750, y durante los ocho años siguientes, desarrolló su actividad en la región de Sierra Gorda, situada en el norte de México, teniendo a su cargo cinco misiones ya existentes, y supervisando la construcción de otras estructuras permanentes para las misiones. Hasta 1759, aquel pequeño franciscano mallorquín, en estos nueve años, recorrió predicando parte de México, llevando su presencia ascética y su encendida palabra a Mezquital, Guadalajara, Puebla, Tuxcan, Huateca y a tantos lugares más, recorriendo más de 4500 kilómetros, casi siempre a pie arrastrando su cojera. A partir de 1759 y hasta 1768, vivió como conventual, en San Fernando, México, desempeñando distintas funciones, como la de maestro de novicios, Comisario de la Inquisición, o consejero del padre Superior. Pero sobre todo, se dedicó a las misiones populares, que estaban orientadas a la reanimación espiritual de los ya cristianos.

    El 18 de julio de 1765 llegó a Nueva España, como Visitador General, José de Gálvez y Gallardo, para llevar a cabo la nueva política económica de la Corona, que abarcaban la reforma total de la administración colonial, la revisión de los obsoletos métodos fiscales, la eliminación de la corrupción del tráfico de puestos públicos y la expulsión de los Jesuitas, a los que en España se les acusaba de intromisión en la política y de amasar una gran riqueza material, y que por encontrase aislados en las misiones no les fue posible rebatir. La expulsión fue consecuencia de la burocracia laicista que había sido introducida en España por los borbones, como parte de la corriente ilustrada liderada por el Conde de Aranda, que gozaba de gran influencia ante el Rey Carlos III, y preparó el camino para que ordenara, con fecha 25 de junio de 1767 :

  “de arrestar a los jesuitas en todos los colegios y misiones del imperio español. Todos los sacerdotes de la frontera norte y todos los demás lugares, debían ser trasladados a Veracruz para ser expulsados de los dominios españoles de Ultramar de manera inmediata.”

 

    Al ser expulsados los jesuitas, estos fueron sustituidos por los franciscanos, pues Carlos III sentía simpatía por ellos, y era terciario de la orden. Fue así como los franciscanos entraron en California, y fue el Visitador José Gálvez el que dirigió políticamente esta delicada transición, y unos 45 franciscanos de los colegios misionales de México, Querétaro y la provincia de Jalisco, confiados a la presidencia de Fray Junípero, que entonces contaba con 54 años, formaron una expedición con destino a California, que partió del puerto de San Blas en marzo de 1768, y tras dos semanas de navegación desembarcaron en Loreto, centro de las antiguas misiones jesuitas. Meses después, Gaspar de Pórtola, que había sido nombrado por Gálvez gobernador de la baja California, tuvo un encuentro con Fray Junípero en Santa Ana, unos 500 kilómetros al sur de Loreto, del que surgió una profunda amistad entre ambos, que habían de ser protagonistas de la formación histórica de la alta California.

    En 1768 el Reino de España hizo notar su inquietud por la posibilidad de que Rusia, entrando desde el estrecho de Bering, u otros países europeos, pudieran tratar de colonizar la región costera de la baja California y amenazar así los intereses de España en el norte de México. Por tanto, España insistió en reclamar el área en que se convertiría la actual California y recurrió a Fray Junípero para erigir misiones entre San Diego y Monterrey, y varios puntos entre ambos enclaves, distantes una jornada a caballo, estableciendo así poblaciones fijas que justificaran la ocupación estratégica de toda una franja costera, y la evangelización de los pueblos indígenas, tan detestada por los seguidores de la Ilustración, la mayoría de ellos masones, no tuvo más remedio que protegerse para conseguir los fines políticos que se pretendían.

 

    Por fin, el 1 de julio de 1769, Fray Junípero y los suyos llegaron por tierra al puerto de San Diego, y el día 16 de ese mismo mes, con una solemne eucaristía, nace la misión de San Diego, y en torno a una plaza cuadrada, construyeron la iglesia y los edificios básicos, depósitos, talleres….., se levantó una gran cruz, se colgaron las campanas, símbolo inseparable de las misiones californianas, y se rodeó todo de una valla alta, para protegerse de los indígenas, pues al no conocer su lengua su trato con ellos no era fácil, y así, a mediados de agosto, atacaron los indios la misión, y hubo muertos por ambos lados, aunque días después los indios se acercaron a la misión para ser curados.

    En los comienzos, por la falta de alimentos, parecía imposible continuar allí, pero Fray Junípero y sus compañeros se agarraban al lugar diciendo: “Mientras haya salud, una tortilla y hierbas del campo ¿Qué más queremos?”

    A final de mayo de 1770, una expedición por tierra y otra por mar, en la que iba Fray Junípero, descubrieron por fin, con gran alegría, la bahía de Monterrey, en la que el 3 de junio se fundó la misión de San Carlos de Monterrey, y ese mismo día, Gaspar de Pórtola, gobernador militar de California, tomó posesión de la alta California en nombre del Rey de España. De esta misión Fray Junípero fue el alma durante catorce años, haciendo de ella el centro de su actividad misionera hasta su muerte.

   A la fundación de San Carlos siguieron cronológicamente las por él fundadas de San Antonio, San Gabriel, San Luis Obispo, San Francisco, San Juan Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura. Alrededor de todas estas misiones, hoy día, se levantan grandes ciudades.

  La Misión de San Carlos en 1792, Monterrey.

    El 28 de agosto de 1784 Fray Junípero muere abrazado a su cruz en Monterrey, misión de San Carlos, a los casi 71 años de edad, después de 54 años de franciscano y 35 de misionero, habiendo fundado nueve misiones , bautizado a más de 7000 indios, y viajado a pie, arrastrando su cojera, unos 9000 kilómetros. En los funerales solemnes, mientras repicaban las campanas, un buque anclado en el puerto disparaba, cada media hora, una salva en su honor, y el cañón del fuerte contestaba con otra, mientras todos los religiosos y españoles de las misiones próximas, y unos seiscientos indios, asistían emocionados a la despedida de un santo y pequeño fraile, que en su palabra y en su vida siempre habían encontrado a Jesucristo, el mismo que escribía al virrey Bucarelli, en defensa de sus queridos indios: “Una de las principales cosas que pedí al Ilmº Visitador General en el principio de estas conquistas fue que si los indios, fuesen gentiles, fuesen cristianos, me mataban, se les había de perdonar, y lo mismo pido a vuestra Excelencia”.

    Pero aparte de la conversión religiosa, la labor más importante llevada a cabo por Fray Junípero con los indígenas, fue la enseñanza de conocimientos de la época, en materias como agricultura, ganadería, regadíos, así como la formación en los distintos artes y oficios para ellos desconocidos, la carpintería, el trabajo de los metales, las bellas artes, y el conocimiento de ciencias como la geología, la cartografía, la arquitectura….etc, lo que unido a lo que los indígenas aportaron a las misiones, como fueron sus propias tradiciones culturales relacionadas con la música, el arte y la cestería, produjo una fusión de culturas enriquecedora para las siguientes generaciones, que les sirvió para incorporarse a la Edad Moderna. En 1948 se inició en Monterrey el proceso para la beatificación de Fray Junípero, siendo declarado venerable en 1958, y beatificado por Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988.

    Dentro de pocos días, el 24 de noviembre, se cumplirá el tercer centenario del nacimiento de Fray Junípero, y mientras en la California de los Estados Unidos de América, donde ya le reconocieron su labor colonizadora, incorporando su estatua al Capitolio de Washington para representarles, se celebra este año como el año de Fray Junípero, con exposiciones como la abierta el pasado 17 de agosto, por la fundación HUNTINGTON en el Botánico de San Marino, próximo a Los Angeles, que cerrará el 6 de enero del próximo año, en la que con el título de “Fray Junípero Serra y el legado de las Misiones de California”, se recogen la figura del hombre, la época durante la que llevó a cabo su labor y el significado de las misiones para las diferentes tribus de indígenas californianas. La exposición abarca las evidencias históricas, pinturas, mapas, cartas, dibujos, artefactos indígenas y otros materiales de la tierra que vió nacer a Fray Junípero, la época de las misiones y los muchos años posteriores que siguieron a la secularización y americanización de las mismas, que terminó con la desaparición de todas las tribus indígenas californianas, que en la zona colonizada por España alcanzaba los 70.000 habitantes, y con ellas desapareció su cultura, así como las más de cien lenguas que hablaban, y que gracias a los archivos de las misiones se han podido recuperar, la mayoría de ellas, junto con toda la historia cultural de estos nativos, que ahora se expone.

  Campus de la Universidad de California, Berkeley.
(Photo courtesy of berkeley.edu)

    Como español, aunque a nivel nacional, salvo en algún artículo aparecido en un diario de tirada nacional, no nos hallamos enterado de este centenario del nacimiento de un compatriota, que entregó su vida a mejorar la vida de los nativos de un país lejano, sin pedir nada a cambio, me siento orgulloso de su labor, reconocida por aquellos que colonizó, y que a nosotros nos cuesta reconocer, aunque no haya existido mucha buena gente que como él, que haya hecho más por lo que ahora se conoce como la “Marca España”. La semilla que él sembró, basada en la trasmisión del conocimiento de nuestra cultura, empleando la cruz en vez de imponerla con la espada, está germinando en aquellos campos, y el idioma español se habla ya por 50 millones de sus habitantes, y se espera que en el año 2050 la cifra de hispanohablantes en Estados Unidos supere los 150 millones. Bueno, pues a pesar de lo anterior, en este centenario ni un solo homenaje, a nivel nacional, a este sembrador de nuestra cultura y de su fe religiosa, que solo ha sido homenajeado por los herederos de aquellos a los que, según algunos malvados, les anuló con su conversión al cristianismo. Sería deseable no hacer bueno el refrán de que “Nadie es profeta en su tierra”, y que esto fuera una excepción para Fray Junípero Serra, así que invito, no se si tendré mucho éxito, a que si alguien que tenga influencia con nuestro Ministro de exteriores o de cultura, lee este artículo, les pida, antes que termine este año en el que se cumple el tercer centenario de su nacimiento, que tengan a bien reconocer públicamente, el crédito eterno que para España acumuló este pequeño y humilde misionero, que seguirá rentando altos intereses durante muchos siglos. Pues en esta California del Silicon Valley y de las universidades de Stanford y de Berkeley, fuentes continuas de premios Nobel, sus niños, en los textos de cuarto grado de enseñanza primaria, estudian y aprenden la labor que desde las misiones y para su pueblo, les legó un fraile mallorquín de un país llamado España, y que esto lo seguirán aprendiendo todas las generaciones futuras, por ser una parte importante de su historia.

    Para terminar, recomendar a todos los españoles que tengan la oportunidad de visitar California, que si quieren darse un homenaje patriótico, no se olviden de recorrer la “Ruta de las Misiones”, ruta histórica montada por el gobierno estadounidense que, desde San Diego a San Francisco, recorre las 21 misiones, las 9 fundadas por Fray Junípero y las 12 restantes por sus sucesores, en la que se resaltan los orígenes hispánicos de estas fundaciones, y su influencia positiva entre la población nativa, que asimiló los conocimientos que les enseñaron para entrar en la Edad Moderna, de la que tan lejos se encontraban.