Imprimir
Visto: 3592

    El Real Jardín Botánico de Madrid, durante este mes de Mayo, se apunta a ponerse a la cabeza de los que dan credibilidad al fenómeno conocido como “cambio climático”, programando una exposición al aire libre, con una treintena de paneles, que proporcionan información sintética, didáctica y directa sobre algunos aspectos del mencionado fenómeno.

    Nada que objetar si esta exposición se llevara a cabo en cualquiera de las múltiples salas que distintas instituciones privadas o sus fundaciones, tienen abiertas en la capital de España. Pero resulta que el Real Jardín Botánico de Madrid, depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y puede parecer una frivolidad dedicar el dinero público a temas, como el cambio climático, carente del aval científico necesario, para merecer la atención de los que tienen que velar porque, como dice el refrán “no nos vendan gato por liebre”.

    Hablar de sobreexplotación de recursos, de cambios de hábitats, de contaminación o de invasiones biológicas, puede ser bastante normal. Lo que ya no lo es tanto, es relacionar todas estas situaciones como motivadoras de lo que ahora nos quieren vender con lo que llaman “cambio climático”, gran amenaza que cambiará la vida sobre la tierra de todos los seres vivos, muchos de los cuales desaparecerán, y todo ello en un tiempo inferior a un siglo. Vamos que esto es como si aquellos que vaticinaron las siete plagas de Egipto, se les hubiera dado el valor científico de caminar hacia una catástrofe universal, cuando lo que se pretendía era debilitar el poder del Faraón, para que liberara a un pueblo que tenía oprimido. Algo parecido a lo que pretenden los “calentólogos”, que les liberen recursos económicos los países más ricos del mundo, entre ellos el “pato cojo” de Obama, para sostener sus organizaciones con los dólares del miedo, que les permitan una existencia dorada, y hacer a los países más pobres cada vez más pobres, privándoles de un desarrollo sostenible de sus recursos renovables, pues es más fácil prohibir que enseñar.

    Además, para que esto entre dentro del campo de los despropósitos, esta exposición se integra dentro del proyecto EcoGenes, de la Estación Biológica de Doñana, financiado por VII Programa Marco de la Unión Europea, que aborda el estudio de la adaptación al cambio climático, desde el nivel genético hasta el de los ecosistemas. Es decir, que la Comunidad Europea da por hecho que el cambio climático es una realidad científica, porque además pretende que el fin prioritario de la misma, sea cumplir una acción divulgativa. Sin duda es necesario que los seguidores de estos líderes, casi siempre reclutados entre los que les asusta la ciencia, alcancen números suficientes para ser escuchados y temidos por la clase política.

    Hay fenómenos parecidos e inexplicables en otros campos. Sin ir más lejos en el campo de la alimentación, donde a la gente que se preocupa por seguir una dieta sana, la venden desde los alimentos ecológicos, eso sí más caros, a los antioxidantes y otro tipo de mandangas, pero siempre para que los disfruten los de mayor poder adquisitivo, por lo que se pueden sentir frustrados los de las rentas más bajas, por no conseguir prolongar su vida. Este engaño nadie se encarga en desenmascarar, cuando bastaría con recordar que nuestra dieta, la mediterránea, es la que esta admitida como una de las mejores del mundo. Por lo que podríamos sospechar que los distintos “lobys” que se benefician de estas demandas, basadas como siempre en la ignorancia, no reparan en la compra de voluntades.

    Podemos aceptar como disculpa que, al depender el Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Ministerio de Economía y Competitividad, lo de la economía y competitividad, son conceptos que encajan más en el comercio y venta de lo catastrófico, que en adquirir conocimientos sobre la ciencia y educación relacionada con el desarrollo sostenible, que tanto se predica y se da tan poco trigo.

    Sin ánimo de arrimar el ascua a la sardina medioambiental, los primeros botánicos responsables de poner en funcionamiento el Real Jardín Botánico de Madrid, Antonio José de Cavanilles, Casimiro Gomez Ortega, Mariano Lagasca Segura, Simón de Rojas Clemente y Rubio, y mi pariente lejano Domingo Badía y Leblich, todos ellos reconocidos científicos ilustrados españoles, estarían pidiendo a este Consejo Superior de Investigaciones Científicas, entre otros temas, que estudiasen la evolución de nuestros suelos forestales en los últimos cincuenta años, con la pérdida de parte de sus horizontes por la erosión hídrica, como consecuencia del abandono de la corrección hidrológico forestal; el deterioro de nuestros bosques por la quema por los incendios forestales de más de dos millones de hectáreas de montes arbolados, en el mismo periodo de tiempo antes mencionado; así como el estado de nuestros bosques climácicos y de Utilidad Pública, después de no estar sometidos, en su mayoría, a los correspondientes planes de ordenación para asegurar su sostenibilidad, en el espacio y el tiempo. Esta claro que estos temas son prioritarios, y mas urgentes para poner los medios necesarios que frenen el deterioro en el que ya se encuentran, que preocuparnos por lo que está por venir, y ningún científico se atreve a decir cuando será.

    Un poco de sentido común, característico de los que practican la ciencia, en vez de aventurarse en lo que científicamente no está demostrado que pueda venir, no vendría nada mal.