
Hace unas tres décadas, una de las campañas promovidas por determinadas asociaciones ecologistas, pretendía con el lema que encabeza este escrito, salvar de la extinción a este peculiar sapo. A día de hoy, no sabemos si los resultados fueron los esperados, pues como nunca nos dijeron en que situación se encontraban sus poblaciones, al finalizar la campaña, tampoco nos explicaron como habían evolucionado estas, hacia un número de individuos que aseguraran la permanencia y sostenibilidad de la misma. Suponemos que mereció la pena y la llamada fue un éxito.
Una campaña similar se llevó a cabo con la tortuga mora, y uno que es de pueblo, nunca llegó a entender como estos “urbanitas”, ilustrados por fascículos en naturaleza, que se acercaban al medio rural, nos querían convencer de lo brutos que éramos al no prestar ninguna atención, ni para bien ni para mal, como así era, a estos animalitos. Desconocían que nuestra atención se centraba en aquellas especies de la fauna de nuestro entorno, que eran base de nuestra alimentación: liebres, conejos, palomas, perdices…….., a las que procurábamos mantener sus poblaciones, dentro de lo que ahora se llama sostenibilidad, pues en este empeño nos jugábamos nuestra dieta alimenticia. Estaba claro que para salvar a estas especies, que tanta hambre quitaron a las poblaciones rurales, en épocas que existieron, aunque el recordarlas parece que son batallas del “abuelito”, no hacía falta que se nos diera ninguna teórica.
Pero otros “urbanitas” llegaron con la explosión del “seiscientos”, y estos no vinieron para enseñar, sino para depredar, y con eso de que “la caza es de todos”, acabaron con todo lo que se movía en los terrenos comunales, dejando a las poblaciones rurales sin estos recursos. Es una pena que cuando esto sucedió, los del sapo partero y la tortuga mora, no se apuntaran a combatirlo.
Consumada la tropelía anterior, en los cotos de caza que quedaron sobre terrenos privados, con la perdiz roja como especie principal, les entró una fiebre a sus propietarios de aumentar la posibilidad de esta especie cinegética, sin reparar en los peligros genéticos de manipulación con cruces con perdices de otras especies, menos bravas y más fáciles de reproducir en cautividad. De estos experimentos, como parece que no han existido controles por parte de la Administración, se desconoce hasta donde han llegado las consecuencias, aunque si se sabe que llegaron a llevarse a cabo en el cazadero Real de Santa Cruz de Mudela, con resultado positivo sobre el aumento de piezas abatidas. Es una pena que el que en ese momento fuera el gestor de ese coto, se olvidase que la perdiz roja (Alectoris rufa) es una especie endémica de España, y que cualquier actuación que pueda poner en riesgo la pureza genética de la misma, significa un error difícil de corregir, con el agravante de producirse en terrenos del Patrimonio del Estado, que solo necesitan ser gestionados por profesionales competentes, sin poner en peligro la pureza de este endemismo.
Es difícil asegurar en que partes de España nuestra perdiz roja la podemos encontrar en estado puro, pues la manipulación que denunciamos se ha producido de norte a sur y de este a oeste. Parece necesario, sin perder más tiempo, abrir una línea de investigación y si es que aun existen zonas sin contaminar, dotarlas de una protección especial, al mismo tiempo que se van limpiando el resto de las zonas de esas nuevas perdices mixtas, y poco a poco irlas recuperando con ejemplares de nuestra perdiz roja. El trabajo no es fácil, pues la mayoría de los titulares de los cotos de caza no estarán dispuestos, a sacrificarse durante unas cuantas temporadas, a ojeos con pocas piezas abatidas. Pero este o cualquier otro sistema que nos permitan recuperar los espacios con las poblaciones de perdiz roja que antes los ocupaban, es imprescindible que se ponga en marcha, pues al paso que vamos, la “Alectoris rufa” desaparecerá de nuestros campos, y tendremos que volverla a recuperar del Reino Unido, donde fué llevada desde nuestro país a principios del siglo pasado, y se han dedicado a estudiarla como si de un endemismo suyo se tratara.
Pidamos al Ministerio de Agricultura que ponga manos a la obra, pues, aunque la caza esté trasferida a las Comunidades Autónomas, el peligro de la desaparición de una especie endémica, que se distribuye por todo el Estado, nadie discutirá que es de su competencia. Tampoco vendría mal que, los del sapo partero y la tortuga mora, se manifestaran ante el Ministerio de Agricultura al grito de SALVAD A LA PERDIZ ROJA