Transcurridas un par de semanas del atentado terrorista de Paris, ciudad en la que el próximo fin de semana, último de este mes de noviembre de 2015, se van a reunir los líderes políticos de 196 estados, cuando los ecos de esta catástrofe que se ha llevado por delante más de un centenar de vidas humanas aún llena las primeras planas de los periódicos, para intentar detener, lo que algunos que así mismos se llaman científicos, una bomba de relojería llamada cambio climático.

    Las consecuencias que vaticinan estos profetas, sin otro rigor científico que la suposición de que el hombre, con sus “inventos”, es capaz de aumentar la temperatura del planeta Tierra, hasta el año 2100, en más de 2º, suponen unas consecuencias catastróficas, sobre todo para España, país en el que el 15% de su PIB procede del turismo, que generalmente se asienta en sus costas, que según sus previsiones desaparecerán inundadas, al retirarse las mismas hasta la cota de +0,85 ms. Así lo ha simulado una conocida ONG ecologista, efectuando un montaje sobre una conocida zona turística española, condenada a desaparecer como consecuencia del cambio climático. Esta y otras zonas similares de nuestro país desaparecerían, y así se han encargado de demostrarlo, mediante los correspondientes montajes de vídeos sobre todas las costas de nuestra península e islas, que se están emitiendo en nuestros televisores en los últimos días, para, nunca mejor dicho, ir calentando el ambiente para la celebración de la llamada cumbre del clima.

  Propaganda del cambio climático, con mucho rigor científico...

   Este vaticinio a futuro, parece que quiere hacernos olvidar lo que sucede día a día, en el caso de España, con la gestión de los recursos naturales renovables, que por el abandono de la misma, se van perdiendo hasta un punto de no retorno, sin que a los que se declaran defensores del medio-ambiente, principales paladines del cambio climático, les preocupe este camino lento, pero imparable, hacia el desierto. Todo ello sin darse cuenta que, con la esperanza de vida actual, los octogenarios que nazcan hoy día , les podrán reclamar cuando nazca el nuevo siglo, que lo del cambio climático fue una mentira, para conseguir financiación de los estados, para su mantenimiento, pues la supervivencia de estas organizaciones no quedó muy clara después de la caída del muro, y es mejor subvencionarlas que ocupando las calles manifestándose, pues su mundo idílico y feliz se cayó como los palos de un sombrajo.

  El gobernador de California, Jerry Brown

    Pero en estos tiempos de tribulaciones, con problemas inmediatos para resolver, si no queremos desaparecer como civilización, que nadie puede negar que es la que más ha conseguido en favor de la humanidad, no se puede perder el tiempo y el dinero en debates estériles, basados en hipótesis que la ciencia no reconoce. No obstante, algunos personajes no caracterizados por sus conocimientos científicos, pues solo se le conoce como defensor de la comida ecológica, como es el Príncipe Carlos de Inglaterra, se atreve a soltar la melonada, de vincular la sequía debida al cambio climático con la guerra civil de Siria, y que la “vida se hará muy, muy complicada” si no se llega a un acuerdo para frenarlo. Tal tontería, después de las muertes inocentes de Paris, no puede salir nada más que de la boca de un jubilado regio, que jamás ha ejercido ninguna responsabilidad. Está claro que vivimos en un mundo de locos, si los graves problemas que nos amenazan, con intentar que desaparezca nuestra civilización, no somos capaces de hacerlos frente, mientras nos esforzamos en convertir el cambio climático, en el gran problema mundial. Algunas otras melonadas son lanzadas al viento, por una serie de personajes que dicen ser catedráticos de universidades que nadie conoce, y que cuesta encontrarlas entre las primeras quinientas del mundo. No obstante tienen la osadía de retar a los científicos que no piensan como ellos, aunque impartan sus conocimientos en las mejores universidades del mundo. Pero no importa, porque ahora el problema es denunciar la desidia de la clase política, incapaz de implicarse con su apoyo al cambio climático, y la mayoría de ellos, véase el caso Obama, con tal de que le incluyan entre los progresistas, es capaz de prestar su apoyo, aunque al final de su mandato sirva para poco. Abierta la brecha de anatematizar a la clase política, estos políticos les seguirán abriendo con generosidad el grifo de los dineros públicos, que tanto nos cuestan pagar con nuestros impuestos. Si bien algunos como el gobernador de California, están denunciando el lado oscuro de la energía solar, cuyas plantas mal situadas amenazan el medio-ambiente. El proyecto de una de estas plantas de 2000 megawatios, como decíamos en nuestro artículo NO VALE TODO, de diciembre de 2014, situado en el desierto de Silurian Valley, no fue autorizado por considerar que no era de “interés público”, y el impacto irreversible de su construcción interfería los movimientos de una población de carneros salvajes.

  El proyecto Topaz, en California,
Estados Unidos. Es la planta solar
más grande del mundo.

   Revisadas las instalaciones solares de California, que ocupan 37.500 hectáreas de suelo, el 28% de las mismas, equivalente a 15.500 hectáreas, han sido ubicadas en ambientes naturales, ya sean terrenos cubiertos de matorral que tuvo que ser eliminado, o naturalizados por el hombre, como los dedicados al cultivo agrícola y los pastizales. La desaparición de estos ecosistemas, para la instalación de plantas de producción de energía solar, ha supuesto un impacto irreversible, que el estado federal más ecológico de USA no está dispuesto a tolerar, pues corren el riesgo de convertir la solución en parte del problema que se intenta arreglar.

    Esperamos y deseamos que las conclusiones de la reunión de Paris, no se vean afectadas por los temores sin fundamento científico, de todas las llamadas sobre terribles catástrofes que nos ocurrirán, si no se cumplen las subvenciones, que los “calentólogos” esperan recibir de los distintos estados participantes, para seguir manteniéndose vivos. Todo se acabaría, si alguien les explicara algo tan sencillo como el principio de Arquímedes, terminando así todas las melonadas.