Apenas se inicia la campaña de incendios forestales del año en que nos encontramos, y nada menos que unas 50.000 hectáreas de monte, en su mayoría arbolado, han sido arrasadas por el fuego en la provincia de Valencia. La labor de modelación del paisaje llevada a cabo por la naturaleza y el hombre en el último siglo, ha sido barrida por el fuego en poco menos de una semana. Pero atención, que este es el segundo incendio de la temporada, pues ya nos hemos olvidado, pues lo que ha pasado hace un mes ya no es noticia, del gran incendio de Orense.

    Los profanos suelen preguntarse cómo es posible que sucedan estas catástrofes, y para explicarlas, recurren a las teorías carentes de todo conocimiento del medio forestal, y se sienten conformes en defender los tópicos más extravagantes, que no conducen a poner las medidas adecuadas para que no se produzcan grandes incendios, y así seguir manteniendo un estado de resignación, ante un fenómeno que puede ser reducido, de acuerdo con el gran esfuerzo económico, uno de los mayores del mundo por hectárea protegida, que estamos dedicando para su combate.

    Para los profesionales, conocedores del comportamiento de los incendios forestales, y de los distintos indicadores puestos de manifiesto por los mismos, no es nada inesperado que estos grandes incendios se puedan dar en la Comunidad Valenciana, pues en los últimos 20 años, la tasa de quema permisible para esta comunidad, medida en hectáreas arboladas, de acuerdo con las inversiones anuales en sus planes de incendios, ha sido, todos los años, 13 veces mayor que la permitida. Por ello, la probabilidad de que se genere un gran incendio en esta comunidad es muy alta.

    Con tasas de quema permisible altas, le siguen a la Comunidad Valenciana:
    -Galicia, 7 veces mayor
    -Cataluña, 4,6 veces mayor
    -Canarias, 4,5 veces mayor
    -Andalucía, 4 veces mayor
    No es una casualidad que la segunda de la lista, ya haya padecido un gran incendio este año.

    Los datos anteriores quieren decir, que estas son las comunidades con más probabilidad de que se desarrollen grandes incendios forestales, pues sus Planes Contra Incendios no se han redactado bajo los principios básicos de Coste-Eficacia, o no están gestionados adecuadamente, y mientras no se realice una revisión a fondo de los mismos, para efectuar las correcciones necesarias para rebajar las tasas reales de quema de superficie arbolada, a las permitidas por el Plan, los grandes incendios , a pesar de los recursos que se asignen, seguirán siendo un fenómeno recurrente.

    Sería bueno que se terminara con la discusión “peregrina”, de si ha existido o no coordinación de medios, para el control y extinción, o si estos han sido suficientes. Empezando por lo segundo, diremos que cuando un gran incendio se está desarrollando, no hay medios humanos o materiales suficientes para frenar su avance, mientras no cambien las condiciones climatológicas extremas o la continuidad de la vegetación. Por otro lado, hablar de coordinación de medios es desconocer que en todo Plan de Incendios Forestales, se deben recoger los medios ordinarios de los que dispone el Plan y los extraordinarios, asignados al mismo, para el caso de un gran incendio, y el mando único del incendio, asignar los medios de forma automática según su criterio de eficacia de los mismos. No es posible que el Plan recoja solo los medios ordinarios de que dispone, y cuando llegue un gran incendio ponerse a recabar medios de acá y de acullá, pues ello lleva, como así sucede, a esa descoordinación de la que se habla.

    Es necesario insistir en un cambio de tendencia importante, y acabar con el convencimiento establecido en las últimas décadas, de que los grandes incendios se controlan arrojando agua desde el aire a sus frentes, acción totalmente inútil, pues estos frentes, mientras exista combustible, avanzan desprendiendo más de 2.500kcal/m2, por lo que para un frente de 1.000m, normal en este tipo de incendios, sería necesario que 600 aviones de gran carga, arrojaran esta de forma simultánea, a lo largo de todo el frente para frenarlo. A pesar de esta realidad física, seguro que se seguirán solicitando más medios aéreos. Sin duda es atractivo ver a la aviación por encima de las llamas, como escapándose de ellas, pero la eficacia se mide de otra manera. Cuanto más se retrase este cambio de tendencia, no será fácil rebajar el número de grandes incendios, pues, insistimos, con arrojar agua sobre los frentes no es posible frenarlos, aparte de que si este agua se aplica con medios terrestres, frente a la dirección de avance, se está realizando una operación totalmente prohibida por los protocolos de Seguridad y Salud, al poner en riesgo la vida de las personas que intervienen, así como la integridad de los medios empleados. Esta forma de actuación se sigue viendo con toda normalidad, incluso recogida en fotografías, en la mayoría de los incendios forestales.

    Los profesionales estamos cansados de repetir, como principio básico, que para que un incendio no se convierta en un gran incendio, es necesario combatir al mismo antes de trascurridos los 30 minutos de su inicio. Esta máxima, fácil de poner en práctica con los enormes recursos qe se manejan, en los últimos 20 años, solo se ha cumplido en el 50% de los casos. Si además de los profesionales, el resto de la población, incluido los medios de comunicación, no exigen continuamente este principio, y se deja de discutir si son “galgos o podencos”, pasarán otros 20 años y nuestros bosques arbolados irán desapareciendo, aunque crezca nuestra superficie forestal, se seguirá produciendo una regresión de cientos de años, y nuestros suelos se cubrirán, como así esta sucediendo, de matorrales invasores y regresivos.

    GABRIEL LEBLIC IGLESIAS

    Dr. Ingeniero de Montes

    Diplomado en Combate de Incendios Forestales

    N A R T C (USA)