Hace poco más de una semana, diecinueve premios Nobel que formaban parte del jurado reunido en Valencia, para la concesión de los vigesimosextos premios Jaime I, han exhortado a todos los gobiernos del mundo a la prevención de los incendios forestales, como principal medida para evitar la desaparición de los bosques. No cabe duda que quienes hacen esta llamada, como sabios que son en las distintas materias, por lo que merecieron el premio Nobel, el más importante dentro del mundo de la ciencia, tienen la suficiente ascendencia para ser escuchados y poner en práctica sus recomendaciones. Ellos son conocedores que en el fenómeno de los incendios forestales, su prevención se ha abandonado en los últimos tiempos, creciendo exponencialmente las inversiones en medios de extinción, como si el hombre con los medios más sofisticados existentes, fuera capaz de parar un fenómeno, que se convierte en catastrófico cuando supera el primer ataque.

    Desgraciadamente de esta teoría, sobre todo en la España autonómica, no son partícipes la mayoría, por no decir la totalidad de todos sus gobiernos. Esto que es un hecho, lo podemos comprobar año tras año cuando llegan estas fechas, y cada autonomía, incluso el gobierno central, se animan así mismos, con la presentación de más y más medios para apoyo a la extinción, contratados para la campaña, como si esta vez el hombre podrá derrotar a las fuerzas de la Naturaleza. Pero pasan los años y las décadas, sin mirar las estadísticas, que les recomiendan un cambio de tendencia, y ellos siguen a lo suyo.

    Estos mismos premios Nobel, para no desmarcarse de lo “políticamente correcto”, presentan al “cambio climático” como un actor importante en el aumento del número de incendios, incluso muestran un poco sus preferencias políticas, cuando critican al partido republicano de U.S.A. de no ser partidario de estas teorías. Todo el que está comprometido con el mundo de la ciencia, pues el clima en la Tierra evoluciona de una glaciación a otra, no puede estar en contra del “cambio climático”, pues esto es una evidencia. Con lo que no está de acuerdo, es que un proceso que necesita de miles de millones de años para completarse, pueda dejarse sentir de forma grave, hasta expulsar a los seres vivos de los territorios que ahora ocupan, en el plazo de un siglo.

    En España, si se quiere achacar al “cambio climático” la causa del aumento de la superficie arbolada arrasada por los incendios, estaríamos disfrazando la realidad, pues las estadísticas de los últimos 50 años nos dicen, que el aumento y mantenimiento de estos, se corresponde con la década (1980-1990) en la que se produjeron las transferencias de esta competencia, desde el estado central a las autonomías, e implantaron nuevos sistemas para gestionar este fenómeno, que no han conducido a mejorar esta gestión. Esta es la realidad, y quien no quiera reconocerla, esta prestando un equivocado servicio a frenar la desaparición de miles de hectáreas arboladas, muchas de ellas quemadas hasta dos veces, en los últimos 50 años, condenadas a no poder regenerarse por si mismas como tales bosques.

    Algunos datos a los que ya nos hemos referido en otras ocasiones, como son las tasas de quema permisibles de superficie arbolada (bosques) en distintas autonomías, en las últimas dos décadas (1990-2009), a pesar de las inversiones más que generosas dedicadas a combatir los incendios forestales, son verdaderamente preocupantes, al menos para los que somos profesionales de este tema. Aunque no parece que para el resto de los que dicen que les preocupa el deterioro de la Naturaleza, así como para la clase política responsable de su gestión, sientan inquietud alguna para frenar los derroteros en los que estamos metidos, sin plantear objeción alguna a la nefasta gestión, que se lleva a cabo de los distintos planes para el combate de los incendios forestales. Estos datos de las dos últimas décadas reflejan que, de mayor a menor, la tasa de quema permisible se ha superado en 14 veces en la Comunidad Valenciana; en 11 veces en Canarias; en 7 veces en Galicia; en 6 veces en Murcia; en 5 veces en Andalucía,Asturias y Cataluña; en 3 veces Cantabria; en 2,5 veces en Castilla y León, Castilla la Mancha y Extremadura; y en 1,5 veces en Baleares y Madrid. Solo la Rioja Navarra y el País Vasco, cumplen con este indice, único que relaciona la inversión realizada con la eficacia. A pesar de esta catastrófica gestión, que nos han hecho perder cada año, durante las dos últimas décadas, más de 90.000 hectáreas de bosque, equivalente a unos NOVENTA MILLONES DE ARBOLES, o A DOS ARBOLES POR HABITANTE, a nadie de los que pueden hacer cambiar estas tendencias, les preocupan estas estadísticas, y han entrado en una dinámica difícil de salir, como “las de los cálidos veranos que tenemos que soportar”, o “la insuficiencia de los medios de que disponemos”.

    Bienvenidos sean los acertados consejos de estos 19 premios Nobel reunidos en Valencia, sobre lo importante de la prevención en los incendios forestales. Esperamos que su ascendencia y prestigio, sean suficientes para que los políticos encargados de esta gestión les escuchen y vuelvan a retomar la prevención que abandonaron hace más de tres décadas, cuyo abandono ha contribuido a un espectacular desaparición de nuestra superficie de bosques. Si cuando empiece la próxima campaña, en vez de anunciarnos la incorporación de más medios de extinción, nos dicen que han logrado que toda la superficie arbolada que gestionan, se encuentra sometida a una vigilancia disuasoria, que su sistema de alarma y distribución de sus medios, permite un primer ataque al incendio antes de los veinte minutos de haberse iniciado, o que todos sus montes arbolados se encuentran se encuentran debidamente ordenados, diremos que las recomendaciones de los Nobel, por esta vez, no han caído en saco roto.