Para todos los que vivimos en el Hemisferio Norte, por encima del trópico, el otoño es la estación que invita al recuerdo y a la planificación del futuro, todo ello acompañado por una Naturaleza que se viste con sus más vivos y atractivos colores.

    Terminado con el verano el año hidrológico, el agrícola y el forestal, con el otoño iniciamos un nuevo ciclo anual, siendo el momento de examinar los errores cometidos en el año trascurrido, y nuestro propósito de corregirlos, si no es posible en el próximo año, en el plazo que la Naturaleza, con la ayuda del hombre, sea capaz de absorberlos.

    Para los forestales, el otoño es el periodo de recolección de los frutos de los árboles más emblemáticos de nuestros bosques, los robles, las encinas, las hayas, los castaños, los nogales, los pinos piñoneros…., que tanto contribuyeron al mantenimiento de la frugal alimentación del hombre, hasta tal punto que fueron los romanos, en sus campañas de conquista y permanencia en Iberia, los que introdujeron los castaños para, con sus frutos, disponer de un alimento abundante y sin graves problemas de conservación para su legiones. Con el tiempo, otros hábitos de alimentación humana, dejaron de ser tan dependientes de estos frutos, aunque sean fundamentales para la fauna mediterránea, y muchos de sus componentes pasaron a ser, debidamente preparados, exquisitos alimentos al alcance de muy pocos, como los derivados del cerdo ibérico, del jabalí, del ciervo, del corzo, de la paloma torcaz...etc


    Volviendo al examen de los errores cometidos, en otoño, una vez terminado el periodo de riesgo de incendios forestales, es necesario, como se hace en todos los países con problemas de grandes incendios forestales, repasar minuciosamente todas las actuaciones, desde su inicio hasta la extinción, que se llevaron a cabo, y detectar aquellas que no contribuyeron a mejorar la eficacia en el combate. Es el momento de efectuar una auditoria externa, que debe ser realizada por profesionales forestales, expertos en incendios forestales, que estudien las estrategias que se siguieron para el control y extinción de cada uno de los grandes incendios ocurridos en el año, destacando todas las que no fueron acertadas.

    Este ejercicio crítico que nosotros no lo hemos practicado en los últimos 50 años, y si se ha hecho ha sido totalmente subjetivo, pues se realizó por los mismos técnicos de la Administración encargados de combatir el incendio objeto de crítica, es indispensable, para no cometer los mismos errores, cuando se produzcan incendios similares en los próximos años. Pero está claro que, los responsables de combatir un gran incendio, si pueden, evitarán que se audite su gestión, pues un gran incendio siempre es causa de una gestión poco acertada.

    Por ejemplo, estas críticas permitirían descubrir cuál fue el motivo, si existió, de que los medios, para combatirlo, llegaran al incendio media hora después, superando el límite de tiempo de llegada después de iniciado el mismo, principio básico que en las últimas tres décadas solo se ha cumplido en el 50% de los casos. Conoceríamos, también, si algunos de los miembros que manejan los medios de combate, se negaron a acudir inmediatamente al incendio, en tanto no les pagaran unas guardias a precios astronómicos. Sabríamos, también, si hubo negligencia al no contemplar las normas de Seguridad y Salud, y como consecuencia de ello se produjeron víctimas mortales. Y por fin, si los medios empleados se ajustaron al principio de coste-eficacia, pues estamos manejando recursos públicos, y no es posible utilizarlos para calmar la presión política.

    Si como parece queremos copiar los métodos y las técnica de los americanos (U.S.A), los más avanzados del mundo en combate de incendios forestales, es necesario que copiemos también sus recomendaciones de criticar las actuaciones llevadas a cabo después de un gran incendio, que a ellos les sirve para corregir errores y depurar responsabilidades. Baste el ejemplo del incendio de más de 60.000 ha. arboladas ocurrido en Arizona hace dos años, que nada más terminar el mismo e iniciar su auditoria, el Director encargado de incendios forestales de Arizona, fue cesado fulminantemente e inhabilitado para cargos similares, después de comprobar que hubo retraso en la toma de decisiones en mandar los medios adecuados.  


    El otoño es, también la época de preparar el suelo para las plantaciones a efectuar en el invierno, durante el reposo vegetativo, en los planes de repoblación, para recuperar nuestro suelos degradados por la erosión, para frenarla, así como para reforestar los miles de hectáreas arboladas recorridas por el fuego, para que vuelvan con el tiempo a ser bosques que caminen hacia la “climax”.

    Yo creo que algún día habrá que pararse a pensar hacia dónde vamos, pues este camino no nos conduce a ninguna parte, ya que haberse perdido más de TRES MIL MILLONES DE ARBOLES, por incendios, en las últimas cinco décadas, y no ser capaces, desde la Administración Central, de integrar a todas la Autonomías en un Plan para reponer este arbolado en los próximos 50 años, es un tremendo fracaso, cuando ello supone repoblar 60.000 ha/año, con el ridículo coste de 60 millones de euros/año, que además ayudarán a paliar el paro, cantidad equivalente a la que se reparte entre ONGS para los proyectos más variopintos. Si no existe esta voluntad de acometer este tipo de planes, en beneficio de nuestros tan necesitados bosques, no deberíamos mencionar el concepto medio-ambiente para cubrir nuestras vergüenzas, ni que figurara en los membretes de institución alguna, pues si abandonamos la regeneración, de lo que nosotros mismos hemos destruido, dejaremos territorios desérticos a nuestros futuros herederos, con el agravante de que no podrán demandárnoslo, pues nos habremos marchado antes de que ellos nazcan.

¡Ah! Y lo más importante, el otoño es la estación en la que se planifican los tratamientos preventivos a realizar en el invierno en nuestras masas forestales, para prepararlas contra el fuego. Actuaciones que justifican la máxima de “los incendios forestales se apagan en invierno”, aunque en algunas Autonomías estas actuaciones se han traspasado, saltándose la Ley, fuera de la administración forestal, con lo que difícilmente se podrá llevar a cabo la prevención adecuada, si se desconoce el comportamiento ante el fuego de la composición de los distintos pisos de vegetación.

Que no falte el ánimo y la insistencia en acabar con lo que algunas Autonomías consideran dentro de lo “políticamente correcto”, y pretenden mantener actuaciones que la Naturaleza rechaza, pues esta tiene un carácter con un ritmo propio, que pueden manejar solo aquellos que la conocen, y no asimila todos aquellos cambios que bruscamente intentan frenar su comportamiento, encaminándola hacia la destrucción.