Las estadísticas de los incendios forestales en España comienzan en el año 1961, es decir que al terminar esta campaña habrán cumplido 52 años. En este poco más de medio siglo de vida, destaca como decenio más catastrófico, la década de los ochenta, coincidiendo el mismo con el periodo en que se llevan a cabo el cambio de competencias, en materia forestal, a las Comunidades Autónomas, desmontando muchas de ellas los sistemas existentes para la prevención y el control de incendios forestales, sin que hasta la fecha hayan sido sustituidos por otros más eficaces, como lo demuestra el hecho de que casi todas las Comunidades Autónomas hayan duplicado su tasa de quema permisible de superficie arbolada, en los últimos 20 años, excepto La Rioja y el País Vasco, se haya cuadriplicado en Andalucía, Cataluña, Galicia y Canarias, y se ha multiplicado por catorce en la Comunidad Valenciana. 

 

    Volviendo a las estadísticas, en la década de los ochenta se quemaron casi un millón (965.743ha) de hectáreas arboladas, y dos millones y medio (2.445.804 ha) de suelo forestal, por lo que el 10% de nuestra superficie forestal fue arrasada por el fuego, mientras en las décadas de los sesenta y setenta, la media de la superficie arbolada quemada fue de cuatrocientas cincuenta mil hectáreas (450.000 ha), y en las décadas de los 90 y 2000 ardieron una media por década de quinientas cincuenta mil hectáreas arboladas (550.000ha), por lo que después de trascurridos más de 20 años estamos en 100.000ha quemadas más, por década, que en las dos anteriores a los ochenta.

    Terminada esta década catastrófica, la Administración Central, a través del ICONA, estudió a que fue debida esta escalada de superficie arbolada quemada, nunca antes conocida, y llevó este problema ante los Cuartos Encuentros de Foresterraneé 90, celebrados en Provenza (Francia), donde en una amplia mesa redonda, formada por propietarios forestales, técnicos, profesores universitarios, alcaldes, diputados…, se elaboró una lista de los tópicos que, al llegar el verano, se oyen o se leen acerca de los incendios forestales, que invitan a abandonar la prevención, por lo que es preciso desmontarlos y evitar simplificaciones que pueden interpretarse, por personas profanas, sin tener un conocimiento suficientemente amplio sobre el tema, que puede conducir a tratamientos equivocados, como parece haber sucedido.

 

    Esta lista de tópicos fue escogida por el ICONA para utilizarla en su campaña de “Todos contra el Fuego”, y publicada en todos los medios de comunicación durante 1992, enviando un mensaje a las Autonomías, que ahora gestionaban estas trasferencias, del peligro de abandonar la prevención. Por considerarlo de interés, reproducimos estos tópicos, y su perspectiva ampliada:

    Solo hay incendios aquí

Cada año hay más de 50.000 incendios forestales en todo el Mediterráneo. Los fuegos son muy frecuentes en todas las regiones del Mundo que presentan una época seca bien marcada. Millones de hectáreas arden cada año en África subsahariana, en Centroamérica, en la Amazonía, en el Asia monzónica, en Australia, en Norteamérica y en Siberia.

 

    Antes no había incendios

Según se puede comprobar en la prensa de la época, por ejemplo, hace cien años El Ferrol estaba completamente rodeado de montes ardiendo. El paisaje tipo sabana (las dehesas), los campos de cereal, las grandes superficies cubiertas de matorrales, por ejemplo de jaras, son signos inconfundibles de la acción repetida del fuego.

    La solución es plantar especies frondosas que no arden

Los ensayos de laboratorio realizados en Francia por el INRA (Aviñon) y en España por el INIA (Puerta de Hierro) demuestran que, por ejemplo, las encinas y los pinos carrascos presentan la misma inflamabilidad todo el año. Caracterizar la combustibilidad de un monte por las especies es un enfoque sin rigor. Actualmente se estudian los “modelos de combustibles” definidos por la estructura espacial de la vegetación, que condiciona la intensidad calorífica y la forma de propagación del calor- Verdaderamente lo que hace falta es una selvicultura que tienda a modificar los modelos de combustible, aprovechando las zonas con más humedad para las especies que mejor la aprovechen, y reduciendo la carga de combustible en las demás áreas.

    La solución es limpiar los montes

Pero no toda su superficie, sino las líneas de contacto con carreteras, casas, basureros, campos cultivados, etc, para crear barreras a la propagación del fuego de superficie, que es el más frecuente. La vegetación es necesaria para proteger el suelo y dar cobijo a la vida silvestre.

 

    Si esto continua, llegaremos al desierto Mas que al desierto llegaríamos a la degradación de la vegetación por avance de la erosión. No obstante las especies mediterráneas, tanto coníferas como frondosas y matorrales, tienen mecanismos que las permiten regenerarse eficazmente las zonas incendiadas, si no hay fuegos repetidos a corto plazo.

    Todos los fuegos son intencionados. Se ve la mano criminal. Hay intereses de las industrias consumidoras de maderas o de las urbanizadoras.

La realidad es más simple. La mayoría de los fuegos proceden de actividades lícitas, en principio, como quemas agrícolas, quemas de pastos, basureros, etc.., en las que por descuido o deliberadamente no se toman las precauciones debidas (es más barato y tiene menos complicaciones no tomarlas). La mayor parte de lo quemado (80%) no contiene madera comercial. Cuando existe, es muy poco atractiva por problemas de costes incrementados para su extracción y su elaboración (blanqueo). En un estudio reciente de la Administración francesa no se ha encontrado, en ningún caso, relación entre incendios y cambio de uso para urbanizar, cosa que en España tampoco es posible de acuerdo con el ordenamiento legal.

    Lo que hace falta es tener más aviones. No hay medios.

 

En los países mediterráneos se movilizan en cifras relativas más aviones y helicópteros que en Norteámerica contra los incendios.

    En particular España tiene la flota más potente de los países de la CEE, entre medios estatales y contratados. Las inversiones del ICONA y las Comunidades Autónomas, superan conjuntamente los 20.000 millones de pesetas anuales.

    Verdaderamente es que cada uno asuma su responsabilidad y evite el empleo de fuego durante la época de peligro.

    Bueno, pues todo esto se denunciaba hace 22 años, y trascurridos estos, parece que los mismos tópicos se siguen manejando por los responsables políticos actuales, entre otras cosas porque manteniéndolos se atribuye a un solo factor toda la responsabilidad, y esto les sirve para auto exculparse ellos. Por ejemplo, el último incendio en Mallorca, de un paisaje protegido, se cierra cuando se dice que la causa ha sido una barbacoa, cuando lo que procede es preguntar ¿Donde estaba la vigilancia disuasoria (prevención) para evitar que se encendiera la barbacoa? Pero eso no importa, pues tuvimos operando, según los medios de comunicación, 30 medios aéreos, todo se coordinó muy bien, y solo se quemaron 2.300 ha. Pero de esto no hay nadie de la administración que se responsabilice. Lo mismo podríamos decir de cualquiera de los grandes incendios de este año, o de otros años, pues todo gran incendio es la consecuencia de una gestión errónea del mismo. Sostener el tópico de que la mayoría de los incendios son intencionados, conduce a pasarnos 20 años desviando la atención hacia el endurecimiento de las penas, y olvidarnos de exigir a los responsables de gestionar el Plan de Incendios, la vigilancia necesaria en la época de riesgo, para que el incendio no se inicie.

 

    Como decíamos en nuestro título, es hora de volver a empezar y abandonar todos los tópicos que nos han llevado a un olvido total de la prevención, y que si así seguimos, por muchos medios aéreos que tengamos, a pesar que hace 22 años eran más que suficientes, no saldremos del laberinto en que estamos metidos, olvidándonos de la detección inmediata, ligada al envío de medios terrestres para el ataque directo, antes de trascurrida media hora de la detección. Dar pábulo a todos los tópicos mencionados, para tapar el principio básico citado, no conduce a otra cosa, que a tapar la responsabilidad en la gestión de este fenómeno, por parte de la administración competente, y achacar los grandes incendios a “las altas temperaturas que venimos padeciendo”.

    También, es necesario denunciar la campaña existente de que el “suelo boscoso” está aumentando, intentando confundir, intencionadamente, “suelo boscoso” con suelo forestal, que sí está creciendo debido al abandono del cultivo en suelos marginales, dando a entender, entre las personas de buena voluntad, que los bosques están creciendo, cuando estos suelos suelen estar ocupados por matorral invasor y regresivo. Hace falta tener valor para lanzar mensajes de este tipo, cuando según las estadísticas oficiales, en los últimos 50 años (1961-2000), han sido arrasadas por el fuego más de dos millones ochocientas mil hectáreas arboladas (bosques), equivalentes a más del 22% de nuestros bosques, y nada, o muy poco, se ha hecho para su repoblación o ayuda a su regeneración. Lo curioso, es que quien se encarga de propagar estas falsedades, ha tenido cargos de responsabilidad en la administración, o en la Universidad, de las Autonomías que más han sufrido los grandes incendios de sus bosques en los últimos 20 años, intentando, de este modo, que se olviden sus responsabilidades de permanecer callados ante una gestión tan nefasta, que ha contribuido a la mayor destrucción de bosques, conocida, de la historia forestal de España de los últimos siglos.

    Para volver a empezar, fuera tópicos, pero fuera, también, a todos los que los han hecho posibles.