El agua es vida

    Parece que todos podemos estar de acuerdo en que, desde que estamos sumergidos en la crisis, cualquiera puede venir a vendernos mercancía averiada, y aceptamos esa venta, aunque sepamos que los razonamientos para formularla son falsos, pues es más cómodo pasar del tema que enfrentarte a los charlatanes ambulantes, que con sus mensajes, siempre interesados para su medro personal o del grupo que lideran, logran captar a la gente de buena voluntad que ha perdido su credibilidad en el sistema.

    Tenemos muchos ejemplos, todos los días, de cómo se intentan subvertir los principios más elementales de convivencia democrática, y el sagaz vendedor tiene respuestas para todo, pues si observa que el mensaje no ha sido captado, no se crea otro nuevo, pues la pólvora no se inventa todos los días, sino que se le deja dormir un poco y se le despierta con otra envoltura.

    Uno que no nació en democracia, por lo que se considera un autodidacta en esta materia, se informó de los principios básicos de la misma, con el fin de acatarlos o no acatarlos según me convengan, si no de respetarlos en aras a la convivencia. Así, determinadas personas que admiran la llanada democracia orgánica, ejercida en muchos países por un partido único, no deberían tratar de imponer a los demócratas, sin apellidos, estos principios, pues si así sucede, esta imposición acabará rompiendo la convivencia. A pesar de lo dicho, hay que soportar que se pretenda pedir terminar una legislatura, no porque el gobierno haya perdido la confianza del Parlamento, principio básico democrático, si no porque las distintas encuestas pronostican una subida de escaños de un determinada formación política. Pero es más, hay quien defiende que la disolución del Parlamento debe ser por “referéndum”, por no haber cumplido unas promesas electorales, cuando todavía no ha discurrido la tercera parte de la Legislatura. Estamos de acuerdo en que los partidos que ejercen la oposición, están para ejercer esta función, tan dura como crean conveniente, pero sin incitar a saltar las líneas rojas marcadas por los principios básicos de la democracia.

  Embalse de entrepeñas

    La crisis también está siendo utilizada para trasmitir a los ciudadanos que las instituciones, son las culpables de las tropelías y corrupciones cometidas por sus gestores, cuando estos han sido los responsables de hacer desaparecer los distintos organismos de control, o cuando a estos organismos no se les dota de medios, para que sus resoluciones se produzcan antes de que prescriban los actos delictivos que hayan sido detectados. Si nos hemos dado una democracia como forma de gobierno, no es posible desestabilizarla con falsas verdades, como que los elegidos en las urnas no nos representan, y nos tomemos a broma las manifestaciones que pretenden asaltar el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía popular.

    Pero dejando aparte el matiz político de estas falsas verdades, que no desembocan en un coste económico directo, lo grave es cuando se emplean para justificar grandes inversiones. En España tenemos ejemplos muy recientes, como la derogación del Plan Hidrológico Nacional, llevada a cabo en 2004 con la llegada del gobierno del Sr. Rodriguez Zapatero, para cargarse la compensación de la escasez de agua de las cuencas deficitarias del Sur, con el sobrante de las cuencas excedentarias del Norte, actuación reconocida como solución, para la gestión sostenible del agua, en todos los países que padecen estos desequilibrios entre cuencas. Pues bien, para derogar este Plan que contó con el acuerdo de todas las cuencas hidrográficas, y que además estaba financiado en su totalidad por la Comunidad Europea, se recurrió a la falsa verdad de demostrar la bondad de la instalación de desaladoras de agua del mar, frente al trasvase y canalización de las aguas excedentarias que se vierten al mar. Nadie puede entender, aunque sea de letras, que el agua que corre por nuestros ríos es más cara que la procedente de una desaladora, y que esta, por generarse a nivel del mar, siempre necesitará altos costes de energía para trasportarla a cualquier cota, con un coste imposible de pagar para el uso con fines agrícolas e industriales. Tampoco las grandes desaladoras fueron bien acogidas por los ecologistas, pues el vertido de salmuera subía los índices de salinidad de las zonas, y alteraba la flora marina.

 Presa de La Almendra

    Pues a pesar de lo anterior, se proyectaron el elevado número 51 desaladoras ,y solo se contrataron la mitad , y no sabemos quien hizo el estudio económico de viabilidad de todas ellas, pues a medio construir se paralizaron por no estar justificada su rentabilidad. Lo peor es que se han perdido más de ocho años, periodo en el que se prometió se terminaría de realizar el Plan de suministro de agua para uso urbano, agrícola e industrial, del Levante y Sureste peninsular y, por una falsa verdad, hemos condenado, en el mejor de los casos, el desarrollo de estos territorios a esperas próximas al cuarto de siglo, y aquí no ha pasado nada. Parece increíble que asesores, directores y subdirectores generales, tanto de Presidencia como del Ministerio competente, no alertaran con sus informes de la tropelía que suponía poner en marcha un plan como este, pues está claro que nuestro país no está situado en el desierto. Nadie pone en duda que todos estos cargos, en la mayoría de los casos, fueron nombrados más por su ideología que por su valía, de ahí que las ideas del líder no admitían discusión, aunque ellas necesiten dedicarles grandes inversiones injustificables, bajo cualquier punto de vista, como no sea para satisfacer la megalomanía de algunos políticos, que en vez de ser unos buenos administradores de nuestros impuestos, pretenden con ellos convertirse en salvadores de la Patria.

    Es una pena que este derroche de recursos, sin un aprovechamiento racional de los mismos, no lleve consigo una investigación profunda, para condenar a los culpables de los daños producidos a la ciudadanía, con estos proyectos faraónicos que no resuelven los problemas de la misma. Pero la responsabilidad se salva con la falsa verdad de que las urnas han actuado como la lavadora de estos timos, a pesar de habernos empobrecido con decisiones equivocadas.

    El problema no resuelto de la gestión sostenible del agua, no puede seguir dormido, pues su paralización no crea otra cosa que agrandar la insolidaridad territorial, pues el agua es un elemento básico para el desarrollo de la vida. El actual gobierno que está recibiendo, de momento, la única alegría de su mandato, que no es otra que las generosas precipitaciones que la meteorología está repartiendo por todo el territorio, debe poner los medios para que millones de metros cúbicos de las cuencas excedentarias no se pierdan en el mar. Pues si el ciclo meteorológico cambia, circunstancia muy normal en nuestro país, la sequía nos hará volver a la imagen de tener que distribuir agua a las poblaciones con camiones y tractores, imagen que nada dice a favor de declararnos, con una falsa verdad, como un país del siglo XXI. Pero que a nadie se le ocurra inventar algo nuevo para resolver este problema, pues basta con guardar el agua en la época de abundancia, para ser distribuida en la época de escasez. Así de simple.