Bosque quemado del Parque Nacional de Garajonay. Fuente:20minutos.com

    Coincidiendo con el inicio de la primavera, algunas organizaciones ecologistas han manifestado distintas opiniones sobre el Anteproyecto de Ley de Montes que se encuentra en redacción. Los más sabios muestran su preocupación indicando que “La nueva Ley de Montes debe recuperar loa bosques en vez de crear más plantaciones”. Partiendo de la base de que un bosque no es otra cosa que un monte arbolado, ¿Que hacemos con la superficie forestal desarbolada de España, que asciende a más de 12 millones de hectáreas, asentadas sobre suelos en distintas fases de regresión? Desde luego, los profesionales creemos que no es posible recuperar un bosque, sobre suelos ocupados por matorrales invasores y regresivos, como no sea mediante la repoblación con la especie arbórea ascendente del escalón climácico en el que se encuentra el suelo.

    Es comprensible que después de haber combatido con tanta saña las repoblaciones durante las cinco últimas décadas, ahora las llamen plantaciones. Repoblar significa volver a poblar, para lo cual es necesario conocer las ciencias que aplicadas a la Naturaleza, permitirán elegir la especie adecuada que vegetará,facilitando el asentamiento de “la climax”. Pero deben perder este complejo de no llamar a las cosas por su nombre, pues si siguen otros treinta años más satanizando a las repoblaciones, perderemos , como en los anteriores, otros 2 millones de hectáreas arboladas, es decir de bosques, imposibles de recuperar si no se procede a su repoblación.

    Otra de las grandes preocupaciones de determinados grupos de ecologistas es que no se cambie el uso del suelo, después de un incendio, de forestal a urbano. Este “mantra” repetido hasta la saciedad como causa importante de los incendios forestales, no ha podido ser probado, pero queda bien para que la sociedad civil les reconozca como martillo de los especuladores.

  Bosque climácico de Pinus uncinata. Puerto de San Glorio (León)

    Sería mejor que estos ecologistas se unieran a los profesionales, y exigieran a la nueva Ley de Montes la obligación de ordenar los montes arbolados, pues los sometidos a este tipo de gestión no son pasto de las llamas. Del mismo modo, que se cumplieran los Planes Hidrológico Forestales de cuenca, para frenar la pérdida de suelo por la erosión hídrica, repoblando las laderas de los barrancos, para sujetar sus suelos, y corregir, mediante la construcción de diques y albarradas, las avenidas causantes de inundaciones catastróficas , que originan todos los años grandes pérdidas materiales en infraestructuras y pérdida de vidas humanas. A pesar que estos fenómenos se producen todos los años, de forma sistemática y recurrente, nadie , fuera de los profesionales, se preocupa de reclamar las inversiones necesarias para su corrección, y así pasan los años, aumentando cada vez más nuestros suelos inforestales, incapaces de mantener cualquier tipo de vegetación, que puedan retener las escorrentías que provocan el aterramiento de nuestros embalses, propiciando el deterioro del ciclo del agua, en el que los bosques son los actores principales.

    Si se desconoce todo de las ciencias forestales, es peligroso aportar y defender ideas que no es posible integrarlas dentro del concepto de sostenibilidad. Así, por ejemplo, son muchos los que defienden que lo mejor para conservar los bosques es no gestionarlos, cuando se sabe que estos están continuamente evolucionando, y esta evolución, por si misma, conduce a la regresión. Un bosque está formado por los distintos pisos de vegetación: árboles, arbustos, matorral y tapiz herbáceo, que es necesario que permanezcan en equilibrio, para que ninguno de ellos impida la regeneración del piso inmediatamente inferior, al que puede matar con su sombra. Por ello la gestión hacia la sostenibilidad, es imprescindible para que los bosques no se conviertan en fósiles o sean pasto de las llamas, De ambas circunstancias tenemos muchos ejemplos, entre ellos el del robledal Real del bosque de Bielowiesa, en el Parque Nacional del mismo nombre, que comparten Polonia y Bielorrusis, y que después de permanecer sin gestión durante los últimos dos siglos, los impresionantes robles centenarios de este rodal, están muriendo de pie, como mueren los árboles de viejos , sin que bajo su sombra haya sido posible la regeneración de ningún roble de cualquier edad. El otro ejemplo lo tenemos en el Parque Nacional de Yellowston, en U.S.A, en el que cedió a la presión de que no se debía gestionar la masa arbolada, con lo cual todo el sotobosque se cargó de materia combustible, con gran cantidad de árboles muertos, y un pequeño incendio que se inició en julio de 1988, trascurridos más de siglo y cuarto de su proclamación como Parque Nacional, se propagó con tal virulencia, que duró más de dos meses y la superficie arrasada, cuando se pudo controlar el incendio, ascendió a 800.000 hectáreas arboladas.

 Ciervo con fondo de bosque quemado en Yellowston.

    Un bosque maduro no es un bosque viejo, pero aquel se convertirá en este, en el momento que se abandone su gestión sostenible y desaparezcan las clases de edad inferiores de los árboles. Cuando se entra en esta fase, la masa arbolada camina hacia una muerte lenta, como la del bosque Real de Bielowiesa, en la que no es posible su regeneración por si misma. En realidad a los árboles, como seres vivos, cuando forman parte de un bosque, les pasa lo que lo que a la especie humana, que ahora estamos viviendo en muchos países, incluido España, que con la baja natalidad se está envejeciendo la población, y esta sociedad es incapaz de equilibrar su pirámide de edad, por lo que lentamente envejecerá y desaparecerá.

    Todos estamos interesados, sobre todo los profesionales forestales, en una nueva Ley de Montes, que trate de imponernos una filosofía no acorde con las leyes de la naturaleza, en la que se imponga la práctica del inmovilismo, en lugar de la aplicación de las ciencias forestales en beneficio de la sostenibilidad. Si todos empujamos en esta dirección, conseguiremos romper la tendencia de los últimos años de caída creciente de superficie repoblada, cuando el 50% de nuestra superficie forestal será desarbolada, así como el aumento de la pérdida de suelo, por abandono de la ejecución de los proyectos necesarios de corrección hidrológico forestal., o batir recor, década tras década, de superficie arbolada arrasada por el fuego. Si queremos continuar así, no hay nada màs que seguir aplicando, principios imposibles de encajar con las prácticas que exige la Naturaleza, por desconocimiento de las ciencias forestales, únicas que pueden contribuir a la sostenibilidad de nuestro montes.