La tierra, junto al agua, el aire y el fuego, son los elementos capaces de mantener y regenerar la vida vegetal, animal y humana sobre el planeta Tierra, dependiendo de la evolución o regresión de sus suelos, la mayor o menor capacidad de producción de los mismos.

    El concepto tierra ha estado siempre muy vinculado a la propiedad de la misma, de tal manera que aquel que la posee se le considera un bienaventurado, por dominar el más importante medio de producción de productos del sector primario, indispensables para la alimentación del hombre. Aunque la evolución en la producción agraria ha llegado a métodos verdaderamente revolucionarios, como los cultivos hidropónicos, que están obligando al abandono de los cultivos tradicionales de la tierra, por su falta de competitividad, que solo se están salvando vendiéndolos como productos ecológicos, a precios bastante más elevados. A pesar de ello, los cultivos denominados ecológicos, no son nada nuevo, pues son los mismos que se producían en los pequeños huertos de los pueblos, en los años de nuestra posguerra civil, que servían para mitigar el hambre de sus habitantes, y pocas veces, por no existir cadenas de distribución, estos productos llegaban a venderse en los mercados locales o por el sistema “puerta a puerta”, presentados en grandes cestas de mimbre a la puerta de las viviendas de los hortelanos, en ambos casos a precios irrisorios, que no pagaban el esfuerzo humano realizado para la producción de los mismos. Por ello, cuando la producción agrícola se “industrializó”, los productos de los pequeños agricultores que utilizaban métodos tradicionales, por su falta de competitividad tuvieron que abandonar, sobreviviendo solo aquellos capaces de integrarse en sociedades ¿cooperativas? bien gestionadas, desde la producción a la comercialización, siendo expulsados del sector los que se empeñaron en seguir por libre.

    Cuando todo lo anterior se ha producido y creíamos que el obrero agrícola se había liberado de los trabajos más duros del campo, sustituidos por la mecanización, resulta que vienen unos señores y recuperan y propagan un mensaje anti diluviano: “El campo para el que lo trabaja”. Hay que reconocer que como soflama ideológica la reivindicación no queda mal, pero nada más, pues después de transcurrido más de un siglo desde que Emiliano Zapata la hiciera suya pretendiendo con esto que la frase fuera las raíces de la Reforma Agraria, como una utopía a conseguir de forma permanente en el tiempo. Que por otra parte, no ha tenido éxito en países como Cuba, país de moda estos días para irse a vivir, donde llevan medio siglo intentando aplicar esta soflama a través de su ley de Reforma Agraria y a día de hoy todavía el 70% de las tierras son propiedad del estado o en Venezuela, China, Vietnam… etc, donde la tierra siguen en propiedad de los estados después de llevar, en algunos casos más de 50 años haciendo suyo el lema en sus políticas agrarias de la tierra es para quien la trabaja.

Campesino arando. Pintura en la
tumba de Sennedyem, ca. 1200 a. C. Egipto.

    A fin de cuentas, se ha demostrado a lo largo de la historia que de la ideología no se puede comer, ni la filosofía nutre las necesidades materiales de los hombres, lo concreto es que la tierra se presenta como el único elemento capaz de mantener y regenerar la vida vegetal, animal y humana. Así dejando aparte temas de propiedades y capitales, la obligación o casi necesidad del hombre es de mantener y cuidar este bien por encima de rentabilidades económicas, porque la realidad es que sin ella la especie humana no existiría.

    Estas políticas de desarrollo basadas en la conservación deben abarcar actividades explícitamente destinadas a proteger la estructura, las funciones y la diversidad de los sistemas naturales, de los que nuestra especie depende enteramente. Conservar los sistemas sustentadores de vida es aplicar procesos ecológicos que mantienen la tierra apta para la vida, siendo estos los que configuran el clima, purifican el aire y el agua, regulan el caudal de las aguas, reciclan los elementos esenciales, crean y regeneran el suelo y permiten que los ecosistemas se renueven.

    La conservación se debe entender como la gestión de la Utilización de la biosfera por el ser humano, de tal suerte que produzca el mayor y sostenido beneficio para las generaciones actuales, pero que mantenga su potencialidad para satisfacer las necesidades y las aspiraciones de las generaciones futuras, en definitiva es tener en mente otra proclama ideológica: “no hemos heredado la Tierra de nuestros padres, sino que la hemos tomado prestada de nuestros hijos”.

Agricultura china.

    Han pasado más de cien años desde que algunos regímenes políticos se han apropiado de este lema, sin que el experimento haya liberado de los trabajos más duros, a los hombres que han sido los protagonistas de este juego. La liberación del ser humano llega a través del conocimiento, como se ha demostrado a lo largo del pasado siglo, pues acceder la mayoría de los hombres al mismo, ha contribuido a que los países que han apostado por ello, han disfrutado y siguen disfrutando de los mayores periodos paz y prosperidad, para su pueblo, de la historia. Los gobiernos de los países que confían en anular al hombre como individuo, siguen descolgados de alcanzar el desarrollo que no sea el que le interesa a la “nomenclatura” que les manda, para mantenerse en el poder, convirtiendo en vanos todos sus razonamientos hacia la defensa sobre que “la tierra es para el que la trabaja”, pues todos los gobiernos que han mantenido este principio, en periodos superiores a los 50 años, no se ha llevado a cabo este, como tampoco la alternancia en el poder del partido político que lo sigue propiciando, que se ha convertido en una dictadura.

    En plena globalización, mantener soflamas ideológicas como la que nos ocupa, no tiene otro sentido que entretener en el tiempo al pueblo en una utopía, para que no se subleve y lo que reclame sea salir, mediante la formación en el conocimiento, del pozo de la incultura en el que los tienen sumidos. Es increíble que en un estado democrático como España, con un gobierno que se dice social-demócrata en Andalucía, se apoyen estos lemas marxistas, de épocas prerrevolucionarias, que solo conducen al empobrecimiento de un pueblo. Además, este gobierno andaluz se molesta, si Bruselas le advierte que la expropiación de bienes privados, no es el camino a seguir para resolver problemas de propiedad en un estado de derecho.

Restos del muro de Berlín en Madrid.

    Si la enseñanza del conocimiento no se toma en serio, como parece al situarnos el informe PISA a la cola de Europa, de esta no saldremos apoyándonos en las ruinas que dejó la caída del Muro de Berlín, y solo sirvan para recordarnos que nunca más se levanten muros separadores en vez de caminos que nos conduzcan a las mismas metas.