En la última semana de abril la Encuesta de Población Activa en España, nos trajo unas cifras sobre el número de parados, totalmente alarmantes. Siendo aun más alarmantes y desesperanzadoras, las previsiones del Gobierno relativas a que no se empezará a crear empleo hasta 2016, por lo que se mantendrá hasta entonces el 22,7% de paro, que es lo mismo que decir que arrastraremos, hacia entonces, los 6,3 millones de parados.

    Ante este infausto panorama, nada inesperado, pues nuestra deuda seguirá creciendo hasta alcanzar para entonces casi el 100% del PIB, y nuestro déficit no somos capaces de frenarlo, y seguimos gastando más de lo que ingresamos, el Gobierno tendrá que poner en marcha algún Plan, para que la clase media, que está soportando las consecuencias económicas de la crisis, no desaparezca. Si así fuera, ganaran los que están pidiendo que no se pague la deuda, para convertirnos en un país bananero, donde ellos se mueven como pez en el agua, y todos los demás perderemos nuestros derechos individuales, que es algo más preciado que el dinero.

    Son muchas las cosas urgentes que hay que hacer para que esta sangría no continue, pero la primera será rebajar los costes de este Estado elefantiásico que nos hemos dado, y que después de llevar varios años sin salir de la crisis, ningún partido político se atreve a meter mano a este sumidero de recursos, sin duda porque es la fuente que mantiene con sueldos más que dignos a muchos de sus afiliados, mientras las clases medias, con su empobrecimiento continuado, son las que pagan esta empresa que camina aceleradamente hacia la suspensión de pagos. No parece difícil, intentar volver a una Administración similar a la existente en el momento de transición, y seguir manteniendo el millón y medio más de funcionarios que han aumentado desde entonces, cuando paradójicamente se han creado hasta cuatro mil empresas públicas para apoyar a la función pública, mientras se arrincona a los funcionarios.

    Tampoco se atreve la clase política a revisar el llamado Estado de las Autonomías, que más que nos dimos nos inventamos en la Constitución, pues esta forma de Estado no se da en ninguna parte del mundo, por lo que de una vez por todas debemos decidir si nos convertimos en un estado federal o central, y nos dejamos de estar discutiendo todos los días cual es el estado a la carta que cada Autonomía quiere en cada momento. Hasta ahora, la justificación más escuchada en que se basan los defensores de las autonomías, es que acercan la administración al administrado. Como si esta cercanía no se pudiera conseguir, por ejemplo, en un estado central, delegando, que no transfiriendo, cuantas competencias sean necesarias. Sin ánimo de seguir polemizando sobre la revisión del estado autonómico, parece estar claro que en las tres últimas décadas que está funcionando, no se ha conseguido el objetivo de que las minorías nacionalistas se sintieran cómodas dentro del Estado, sino todo lo contrario, por lo que si no rompemos cuanto antes esta cara crisis institucional, ningún gobierno puede vaticinar cuando saldremos de la crisis económica.

    Tambien sería bueno que todas las autonomías reconocieran su corresponsabilidad, al menos, ante la crisis económica, lo que ayudaría a salir antes de la misma, con un frente común de todas. No es de recibo que autonomías con un 10% más de paro del resto, que son incapaces de ajustarse a las cifras de déficit comprometidas, planteen un continuo enfrentamiento contra las medidas aprobadas por el gobierno central, en vez de reconocer en lo que ellas se han equivocado y corregirlo. Es absurdo reclamar solidaridad a los demás, cuando no cumplimos nuestros deberes, y negar nuestro apoyo cuando nos lo piden.

    Es necesario que, ante esta situación de paro, se consigan recursos que no incrementen nuestra deuda ni nuestro déficit, para emplearlos en el fomento del empleo. Esta idea nada tiene que ver con la cuadratura del círculo, y ya se llevó a cabo para nuestra entrada en el euro, vendiendo parte del patrimonio del Estado, o compartiéndolo con las empresas privadas. Hay que buscar ideas para poner en marcha planes que permitan capitalizar de forma inmediata nuestros recursos presentes y futuros, y aplicarlo en proyectos generadores de mano de obra.

Presa Hidroeléctrica en Grandas de Salime (Asturias)

    Un ejemplo de lo anterior, teniendo en cuenta que en España harían falta hasta 50 grandes presas más, para garantizar el abastecimiento de agua; para producir energía hidroeléctrica, limpia y renovable, que permite reducir la emisión de agentes contaminantes a la atmosfera; para regular el curso de los ríos, controlar las avenidas e inundaciones y disminuir los daños causados por estas; para regar las tierras de cultivo, pues según el Programa de las Naciones Unidas Para el Medio Ambiente, hoy día, un 30% de los alimentos producidos en el mundo provienen de las tierras de regadío, y se prevé que para 2025 este porcentaje será del 80%, por lo que si se quiere satisfacer el aumento de la demanda de alimentos, solo se podrá conseguir mediante nuevos regadíos.

    Regular este recurso cada vez más escaso, es una actuación urgentísima, por lo que el Gobierno, si no tiene complejo que le tachen de franquista, debe buscar financiadores de estas infraestructuras (bancos, eléctricas, comunidades de regantes, sociedades de aguas… ), cuyo importe puedan recuperar mediante una concesión en el tiempo que les permita la amortización y la rentabilidad que.se pacte .Con este sistema, nada nuevo, se han construidos la mayoría de las grandes infraestructuras del mundo, generadoras de gran cantidad de mano de obra, tanto para la construcción como para su posterior explotación y conservación. Demasiado se nos ha encarecido, por las subvenciones a las renovables, la tarifa eléctrica, la más cara de Europa, produciendo además el mayor impacto irreversible de los aerogeneradores y campos solares, sin que este ecologismo hipócrita haya puesto el grito en el cielo, con la ruptura del paisaje de la mayoría de nuestras sierras o enterramiento de grandes superficies de nuestros suelos bajo acero y vidrio. Tampoco es ejemplar el plan de desalación de agua de mar, que ha sido un fracaso, cuando somos un país con cuencas excedentarias capaces de ceder agua a las deficitarias, siendo lo peor que con estos experimentos, basados en principios ecológicos olvidando los económicos, se elevan los precios del agua a los consumidores, y también los impuestos.

    No es momento de polemizar, pero sí de redactar proyectos que se puedan ejecutar dentro de planes generadores de empleo, que no hagan necesario la subida de impuestos, a una población ya agobiada por ellos. Pues si se tiene que llegar a esta solución, como dijo Winston Churchil, “una nación que trate de lograr más prosperidad a base de impuestos es como un hombre metido en un cubo tratando de elevarse tirando del asa”.