Hace una semana, quien esto escribe, cumplió los CINCUENTA años de profesión, lo cual quiere decir que, allá por el inicio del otoño de 1965, estaba preparado para ejercer la profesión de ingeniero de montes, por lo que me creo preparado para contarles, de primera mano, la evolución en la gestión del sector forestal, a lo largo de este último MEDIO SIGLO, para que juzguen ustedes, si esta evolución no ha sido otra cosa que una regresión, considerados ambos términos como los conceptos principales para medir la conservación de la NATURALEZA.

    En aquellos tiempos, sin contar que pertenecí al último Plan de estudios, que se extinguió con mi promoción,.que contemplaba una fuerte prueba de ingreso en el Cuerpo de Ingenieros de Montes, lo primero que me sorprendió es que, la tercera parte de mis compañeros, renunciaran a tomar posesión como altos funcionarios y optaran por trabajar en la empresa privada, pues me demostró que era falsa la idea tan extendida, de que todos los españoles aspiraban a ser funcionarios. Después de este extinguido Plan, en menos de los CINCUENTA últimos años, han entrado en vigor TRES planes de estudios más, por lo que en unos temas tan concretos e invariables como los referidos a la conservación de la Naturaleza, no parece lo más adecuado generar tantos cambios, en la enseñanza de los profesionales encargados de gestionarla.

    También en estos primeros años, las instituciones existentes para la gestión, ahora llamada sostenible, del sector forestal, eran una Dirección General de Montes y un organismo autónomo llamado Patrimonio Forestal del Estado. La primera se dedicaba, fundamentalmente, a la gestión de los montes de UTILIDAD PUBICA, bajo el principio de aprovechar conservando, montes declarados por todo el territorio nacional, salvados de la desamortización por la presión de los ingenieros de montes, y que no representan más allá del VEINTE por ciento de nuestro suelo forestal. El segundo, el Patrimonio Forestal del Estado, se creó para ejecutar el PLAN NACIONAL DE REPOBLACION FORESTAL, redactado en tiempos de la II REPUBLICA, para cubrir de bosques el OCHENTA por ciento de nuestros suelos forestales cubiertos por matorrales invasores y regresivos.

 

    Pero esta organización administrativa fue suprimida en junio de 1972, después de la primera Conferencia de la Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, a la que asistió, en representación de España, el Ministro de Presidencia Don Laureano Lopez Rodó, que para demostrar su complicidad con el Medio Ambiente, asistió a las distintas sesiones en bicicleta, foto que ocupó las primeras páginas de toda la prensa nacional y extranjera. Suprimidas estas instituciones, fueron sustituidas por el organismo autónomo que llamaron Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, conocido como ICONA, que los ecologistas combatieron por considerar incompatible la conservación con la gestión sostenible.. Grave error, pues en la cumbre de Rio recomendaron este principio como fundamental para la gestión sostenible, pero ya era demasiado tarde para reconocer sus errores de gestión en el ICONA, organismo cuyos puesto de dirección en su mayoria¡ coparon, por lo que en mayo de 1995, una vez transferidas las competencias totales a las automomías, hicieron desaparecer el citado organismo, sin que fuera sustituido por otro que, desde el Estado, como en los estados federales, ejerciera la función exigir el cumplimiento de una gestión uniforme y sostenible de todos los montes, abandonando, en muchos casos, los planes de ordenación existentes, y en otros no redactando los planes necesarios, abandonándolos a la suerte de su evolución natural y a la regresión.

    En los años ochenta,con las transferencias a las autonomías, el sector forestal se acomodó en agencias e instituciones variopintas, dependientes de consejerías cuyo contenido principal, muchas veces, nada tenía que ver, y sus inversiones apenas contemplaron una parte mono-especifica del sector. Como ejemplo, basta recordar que en el tema del combate de los incendios forestales, se empezó a potenciar la compra de medios para la extinción, en perjuicio del total abandono de la medidas preventivas, criterio que sigue vigente y que ha durado hasta nuestros días, consiguiéndose a partir de esta década, basta con consultar las estadísticas, que se hayan incrementado el número de incendios y la superficie arbolada quemada.

    La mayoría de las inversiones en el sector han caído en saco roto, y como ejemplo, bastan algunas contradicciones:

    -Se habla mucho de sostenibilidad, y apenas han crecido los planes de ordenación de nuestros montes arbolados, que se mantienen por debajo del DOCE por ciento de su superficie.

    -Estamos convencidos que somos el país de Europa que tenemos el mayor problema de pérdida de suelos, por la erosión hídrica, y se retira una parte importante la inversión estatal, para la corrección hidrológico forestal de estos suelos, alegando que esta es una competencia autonómica. Como si los suelos erosionados dejaran de serlo al pasar de una autonomía a otra, y no respondieran a la necesidad de ser corregidos de manera conjunta.

    -Se nos llena la boca de hablar de los árboles, como la más perfecta fábrica para paliar el efecto invernadero, cuando la mitad del suelo forestal de España es un suelo desarbolado, sin que a ninguna de las distintas administraciones les haya preocupado redactar los correspondientes planes de repoblación y dotarles económicamente, para que los bosques climácicos, no a la carta, ocupen las superficies que les correspondan.

    -Se han dedicado importantes recursos para que determinadas especies no desaparezcan, cuya inversión no discutimos, mientras nada se quiere saber de uno de nuestros endemismos, como es la perdiz roja, que está desapareciendo de los territorios que ocupaba, expulsada por las sueltas de especies foráneas más frugales y menos exigente en la territorialidad, sin que las distintas autonomías muestren ningún interés en frenar esta barbaridad ecológica, y la administración central mire para otro lado.

    Conviene recordar, a pesar de todo lo anterior, que se ha desnudado al Estado de todo tipo de poder sobre los beneficios intangibles que proporcionan los montes, y que benefician a todos los ciudadanos de un país, incluso del mundo, como la absorción del CO2. Hasta en el tema de la investigación, que en un país como el nuestro, con la mitad de su superficie ocupada por suelo forestal, han desaparecido, entre otros: el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, cuando la ciencia forestal es una ciencia experimental; el Servicio Nacional de Plagas forestales, que cuidaba de la sanidad de nuestros montes, y las Divisiones Hidrológico Forestales, imprescindibles en un pais mediterráneo. para la corrección de avenidas, que todos los años por esta época, además de ingentes daños materiales, arrastran a la muerte a seres humanos.

    Todos los cambios mencionados no han contribuido a otra cosa, que a la aplicación de soluciones distintas, a los problemas de montes de las mismas características, consiguiendo con ello la regresión de los mismos. Pero lo peor de todo, es que el Estado no se reservó la gestión única de los MONTES DE UTILIDAD PUBLICA y de los MONTES DEL ESTADO, que se transfirieron a las comunidades autónomas, sin tener en cuenta que son una infraestructura básica del país, dando lugar a que las inversiones públicas, para la conservación de estos ecosistemas singulares, se hayan paralizado en los últimos CUARENTA años, contribuyendo con ello a la regresión de nuestros suelos, y a la vida que ellos sustentan, nuestra flora y nuestra fauna. Si además olvidamos que, en estos últimos CINCUENTA años, todos nuestros bosques, en ascensión climácica, se han abandonado a su suerte, oponiéndose a su gestión, tendremos que lamentar que, si este abandono sigue, acabaran desapareciendo en el tiempo. Aunque los que esto apoyan, como el tiempo forestal se mide con otros parámetros distintos a los humanos, cuando esto suceda, hará mucho tiempo que habrán muerto y no podrán arrepentirse de sus errores, ni asumir ninguna responsabilidad.

    Si somos capaces de corregir, que la gestión de nuestros montes no esté contaminada con la política administrativa, contaminación que se ha dado en los últimos CINCUENTA años, conseguiremos aplicarles los planes de ordenación a todos nuestros montes arbolados, pues solo así podremos mantener su conservación en el espacio y el tiempo durante el próximo MEDIO SIGLO. Los MIL OCHOCIENTOS MILLONES DE ARBOLES arrasados por los incendios forestales, en los últimos CINCUENTA años, no son el mejor ejemplo a seguir.