Creo que una parte importante de los que somos jubilados, sentimos una sensación de miedo, ante una serie de propuestas que, muy lejos de respetar la libertad individual, determinadas opciones políticas nos proponen. Libertad que tanto nos costó conquistar, pues no fue un camino fácil, desde vencer a los nostálgicos del régimen anterior, la mayoría de ellos bien situados políticamente, a derrotar a los que vestidos de terroristas, llenando diariamente la calle cadáveres inocentes, trabajaban para que este país saltara por los aires, porque se encontraba muy alejado de su caduca ideología. Estos últimos, en muchos casos los mismos que estuvieron cerca de los que apretaron el gatillo, parece que van a ser investidos, mediante pactos con parte de los que se ciscaron en los derechos humanos, de autoridad, para pretendernos gobernar imponiéndonos una ideología extrema, que ya se derrumbó hace años con el muro de Berlín.

    Sí, tenemos miedo, porque quizás estamos ya amortizados, como así se ha encargado de manifestar algún partido político de los emergentes, y la cuantía de nuestras pensiones que han sido contributivas, pueden ser un lastre, si no las rebajan, para igualarnos con los que nunca contribuyeron, que es su objetivo.

    Sí, tenemos miedo, porque después de lo que nos ha costado pagar, con nuestros impuestos, la politización de las cajas de ahorros, ahora quieren que se monten bancos públicos.

  Rostropovich luchando por la libertad y la democracia
  tocando en la caída del muro de berlín 1989.

    Sí, tenemos miedo, porque siempre hemos sido responsables de nuestras deudas, y ahora les digamos a nuestros acreedores, que han mantenido nuestro estado de bienestar, que les vamos a pagar lo que quede después de las quitas que nosotros consideremos justas, por no decir que el montante de las mismas será el que se nos antoje.

    Sí, tenemos miedo, porque el piso que heredamos de nuestros padres, que consiguieron pagar con un gran esfuerzo, con intereses hipotecarios cercanos al 20%, y que alquilamos, siendo este alquiler el complemento a una pensión escasa, tengamos miedo a perderlo, si el inquilino deja de pagarnos y no es posible desahuciarle.

    Sí, tenemos miedo, que a nuestro propio piso, que terminamos de pagar poco antes de llegar a nuestra jubilación, se le suba el IBI, cuando el importe del mismo ya es casi equivalente al pago de un alquiler.

    Sí, tenemos miedo, que vuelvan a reactivar el impuesto de sucesiones y que nuestros hijos, a nuestro fallecimiento, se vean obligados a vender nuestro piso para el pago del mismo.

    Sí, tenemos miedo, que se nos veje y se nos insulte por no pensar igual que los que mandan, y ser espiados mediante “soviet” de barrio, para denunciar nuestros comportamientos como políticamente no correctos.

    Sí, tenemos miedo, que nos suban el IRPF para pagar la renta básica, y así fomentar el clientelismo entre los suyos, con el fin de fidelizar sus votos, financiados con nuestros ahorros.

    Sí, tenemos miedo, que se amenace con expropiarnos nuestras propiedades privadas, porque dicen que no cumplen una finalidad social, cuando estas las compramos con el esfuerzo continuado de nuestros ahorros, y no haciendo trampas fraudulentas acumulando ayudas y subvenciones públicas .

    Sí, tenemos miedo, que desaparezcan los medios de comunicación privados, para que los medios públicos, dirigidos por lo políticos de turno, se dediquen a adoctrinar con sus mensajes a la ciudadanía, para que pierda su capacidad de crítica y se implante una única opinión, a costa de perder nuestra libertad de expresión, que tanto nos ha costado ganar.

    Sí, tenemos miedo, por el intento de acabar con la enseñanza concertada, e imponer solo la enseñanza pública, para que dirigida solo bajo una ideología única, alienar a nuestros nietos, para convertirlos en esclavos de la misma.

    Podríamos seguir enunciando muchos más motivos por los que sentimos miedo. Pero el miedo fundamental lo percibimos, cuando oímos que algunos pretenden que desaparezca la CONSTITUCION, nuestra principal norma de convivencia durante los últimos cuarenta años, con la que España y los españoles han conseguido las mayores cotas de prosperidad y libertad, jamás conocidas en nuestra Historia. De acuerdo con que lo que estos pretenden no son una mayoría, pero el resto, mientras calla, no combate esta tropelía, que nos conduciría a situarnos en la cola de Europa por muchos años. Lo peor es el enfrentamiento y el odio que generan estas teorías, que solo conducen al insulto personal, como única propuesta alternativa. Por ello solo nos olvidaremos del miedo, cuando esa minoría que amenaza con romper nuestra norma fundamental de convivencia, quede relegada al lugar que merece ocupar en cualquier país de la Europa del siglo XXI, que es la misma que hace treinta años derribó el muro de Berlin, como muestra del enterramiento de una ideología que tanto dolor causó, a las generaciones que vivieron en el pasado siglo. Solo así perderemos nuestro miedo, y olvidaremos a los que amenazan nuestro estado de derecho diciendo, desde el poder, que “no cumplirán las leyes que les parezcan injustas”.